Las luchas de las ciudades en contra de los cruceros continúa y suma nuevos integrantes

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Un único crucero produce una cantidad de contaminación equivalente a la que generan 31,000 camiones circulando por la ciudad capital de los Países Bajos. Los visitantes que llegan en estos cruceros pasan solo un corto período de tiempo, de acuerdo con la alcaldesa Famke Halsema. La ciudad ha decidido poner fin a una de las formas más insostenibles de turismo en la actualidad.

El turismo de cruceros ha estado bajo escrutinio durante un tiempo por parte de las principales ciudades europeas más impactadas. Desde Barcelona hasta Mallorca, varias de estas ciudades han considerado implementar algún tipo de restricción en relación con los más de 200 cruceros que, sin importar su enfoque turístico, representan una considerable carga de contaminación para los puertos que los acogen. Los dos argumentos centrales, la contaminación y la saturación turística, son los principales motivos expuestos por las autoridades de Ámsterdam, la capital holandesa, para trasladar su terminal principal de cruceros, actualmente ubicada en una de las zonas más congestionadas de la ciudad, a una corta distancia de una de sus estaciones de tren más importantes.

La resolución de desplazar los cruceros ha sido adoptada por uno de los Ayuntamientos con una visión ambiental más sólida en Europa. Su alcaldesa, Femke Halsema, quien es cineasta y defensora del medio ambiente, representa al partido Izquierda Verde, que junto a los laboristas y liberales, forma parte del gobierno de la ciudad. Hace cerca de un año, la alcaldesa Halsema censuró la reapertura pospandémica por traer de vuelta un tipo de turismo de corta estancia, que no beneficia a las ciudades y que permanece por apenas unas horas. Ahora, la preocupación radica en alejar de los residentes uno de los impactos más perniciosos de los cruceros: las considerables cantidades de óxido de azufre que sus travesías generan, superando en contaminación a todos los automóviles de Ámsterdam, así como de otras ciudades portuarias afectadas. Según datos proporcionados por los liberales, un solo crucero emite en términos de nitrógeno contaminante lo equivalente a lo que 31,000 camiones generan circulando incesantemente por la capital holandesa.

El propósito de la capital holandesa es dar un primer paso para abordar otra «pandemia» local, la del turismo. Ámsterdam recibe anualmente 20 millones de turistas, de los cuales nueve millones permanecen menos de 24 horas en la ciudad, sin siquiera visitar sus museos, como señalaba la alcaldesa el año anterior. Durante meses, la ciudad ha optado por tomar una posición en una dicotomía que nos resulta cada vez más familiar en España: promover un turismo en el que la cantidad de visitantes no sea el único criterio relevante. En cambio, se busca considerar aspectos como la contaminación, el uso de recursos públicos y el bienestar de los residentes (casi 900,000 habitantes en el caso de Ámsterdam).

La ciudad ya había intentado implementar medidas en respuesta a los vuelos privados por razones similares, las cuales también planea extender a los vuelos cortos en el concurrido aeropuerto de Schiphol, siguiendo el ejemplo de Francia. No obstante, la acción contra los cruceros es un paso innovador en Europa. La concejala Ilana Rooderkerk, quien lidera el partido liberal que impulsó la propuesta, fue aún más enfática que la alcaldesa al justificar esta prohibición en términos ambientales: «Ámsterdam navega mejor sin cruceros. (…) El clima no puede esperar».

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