El extremo sur de la Patagonia chilena es un territorio salvaje. La zona comprendida entre Puerto Edén y los Campos de Hielo Patagónicos, es reconocida como una de las regiones menos habitadas del planeta. La explicación es geográfica, climática y logística. Gran parte del territorio está conformado por un entramado de fiordos, canales, islas montañosas, glaciares y bosques impenetrables que hacen prácticamente imposible el desarrollo de ciudades o infraestructura terrestre. A esto se suma un clima extremo: las precipitaciones anuales pueden superar los 3.000 mm, con temperaturas bajas, vientos intensos y alta nubosidad durante casi todo el año.
La Región de Aysén, donde se encuentra gran parte del recorrido de esta expedición, tiene una densidad poblacional de apenas 1,1 habitantes por kilómetro cuadrado, una de las más bajas no solo de Chile sino de todo el continente americano.
Este conjunto de factores convierte a los fiordos chilenos en uno de los últimos territorios verdaderamente vírgenes del planeta,
La mejor forma de explorar este paisaje indómito es a bordo de embarcaciones especializadas en expedición.
Antarctica21 es una de las pocas compañías que ofrecen este tipo de travesías, con rutas únicas a bordo de barcos pequeños que permiten acceder a zonas remotas, realizar desembarcos en zodiacs y vivir una experiencia inmersiva en uno de los territorios más vírgenes y menos transitados del planeta.
Una ruta a través del silencio
El recorrido a través de los fiordos chilenos abarca más de 1.600 kilómetros desde Ushuaia hasta Puerto Montt (o viceversa). Durante siete días completos de navegación no se ve un solo auto, apenas se cruzan otras personas, y se vive con una sensación rara vez alcanzada: estar completamente lejos de todo.

Entre los glaciares, fiordos y parques nacionales que conforman el itinerario se encuentran sitios tan emblemáticos como el Canal Beagle, el Glaciar Garibaldi, el Parque Nacional Kawésqar, Caleta Tortel, el Parque Nacional Bernardo O’Higgins y el legendario Glaciar San Rafael.
El barco: Magellan Explorer
La travesía se realiza a bordo del Magellan Explorer, un barco moderno y elegante especialmente diseñado para expediciones en regiones cercanas al hielo. Con capacidad para solo 80 pasajeros, el enfoque está puesto en la contemplación del entorno y el aprendizaje.


Cuenta con espacios interiores y exteriores ideales para la observación de paisajes: salones vidriados, una biblioteca, sala de reuniones, gimnasio, sauna, restaurante de alta cocina y una tienda a bordo. También dispone de zodiacs (pequeñas embarcaciones) que permiten realizar desembarcos en sitios donde los grandes cruceros no pueden llegar. Además, las habitaciones están diseñadas con un nivel de confort sobresaliente y vistas que, literalmente, quitan el aliento.

Un equipo de expertos bordo
El equipo de expedición está compuesto por biólogos, geógrafos, historiadores y expertos locales, que acompañan al grupo durante todo el trayecto. Cada día a bordo se ofrecen charlas informativas que abordan temas como la historia natural de la región, la exploración de Darwin, la fauna local (ballenas jorobadas, focas leopardo, pingüinos, albatros) y la historia de los pueblos originarios como los kawésqar o los yaganes.

Este es un viaje de contemplación, pero también de descubrimiento. Cada jornada implica una experiencia distinta: un desembarco frente a un glaciar, un paseo por pasarelas de madera en Caleta Tortel, o un avistaje de ballenas en el Parque Marino Francisco Coloane.
El itinerario: glaciares, fiordos y aldeas sin calles
El viaje comienza en Ushuaia (en abril) o en Puerto Montt (en septiembre), y el itinerario varía levemente según la dirección elegida. Durante las primeras jornadas se navega por el Canal Beagle, una vía natural rodeada de imponentes montañas nevadas y glaciares colgantes que se desprenden de la cordillera Darwin. La primera gran parada suele ser el Glaciar Garibaldi, ubicado dentro del Parque Nacional Alberto de Agostini. Esta masa de hielo azulada cae con fuerza desde los picos hasta el fiordo, y es uno de los pocos glaciares de la región que aún se encuentra en avance: un fenómeno cada vez más raro en el contexto del calentamiento global. Su presencia impone respeto y belleza a partes iguales.



El tercer día salimos a recorrer parte del Parque Marino Francisco Coloane, la primera área marina protegida de Chile, creada en 2003. Este santuario natural es famoso por ser una de las pocas zonas del hemisferio sur donde se puede observar ballenas jorobadas, lobos marinos, pingüinos, albatros y otras aves marinas que sobrevuelan el estrecho. Un lugar clave para la biodiversidad



Más adelante, el recorrido se adentra en el vasto y poco explorado Parque Nacional Kawésqar, un laberinto de montes, canales, bosques subantárticos y costas casi vírgenes donde la presencia humana es mínima. La riqueza ecológica del lugar se mantiene casi intacta, protegida por su aislamiento natural.
Dato de color: menos de 5000 personas al año visitan esta maravilla natural!

Uno de los puntos más altos del viaje fue la visita al glaciar Pío XI, también conocido como glaciar Brüggen. Ubicado en el Parque Nacional Bernardo O’Higgins, este gigante de hielo es el glaciar más grande del hemisferio sur fuera de la Antártida, con una superficie que supera los 1.265 km² y una longitud de más de 60 kilómetros.
Lo más sorprendente es que, a contramano de la mayoría de los glaciares del mundo, el Pío XI no está retrocediendo: al contrario, está en avance constante desde mediados del siglo XX.

La causa de este comportamiento anómalo aún no está del todo clara, pero los científicos estiman que se debe a una combinación de factores únicos: una altísima tasa de acumulación de nieve en su zona de alimentación (producto de las abundantes precipitaciones que caen en la región), sumada a una topografía subglacial que favorece el desplazamiento del hielo hacia el frente del glaciar. A lo largo de las últimas décadas, el Pío XI ha avanzado varios kilómetros, alcanzando en algunos momentos tasas de desplazamiento superiores a 50 metros por día.


Este glaciar es un caso de estudio para glaciólogos de todo el mundo, ya que ofrece claves para entender cómo reaccionan las masas de hielo en un contexto de cambio climático, y qué excepciones pueden existir frente al derretimiento generalizado.
El día 5 del viaje arribamos a uno de los destinos más insólitos y encantadores del sur de Chile: Caleta Tortel. Este pueblo, enclavado entre montañas, ríos y fiordos, es famoso por no tener calles. En su lugar, se extiende una red de más de 7 kilómetros de pasarelas de madera que conectan las casas sobre pilotes, construidas junto a la desembocadura del río Baker. Tortel fue fundada en 1955 como asentamiento maderero y aún conserva ese aire aislado, con una arquitectura que responde a la geografía más que al urbanismo. No circulan autos y cada trayecto se hace caminando entre cipresales, escaleras, miradores naturales y una tranquilidad que parece sacada de otro tiempo.


Uno de los momentos más impactantes del viaje llega con el ingreso al Parque Nacional Laguna San Rafael, hogar del glaciar San Rafael, uno de los pocos en el mundo que aún llega directamente al mar. Este coloso blanco desciende desde el Campo de Hielo Patagónico Norte en un despliegue visual majestuoso, donde bloques de hielo se desprenden y flotan en la laguna como esculturas efímeras. En estas aguas heladas habita un visitante inesperado: la foca leopardo, una especie típicamente antártica que ha encontrado aquí un sorprendente refugio. Su presencia añade una cuota de misterio y fascinación a un paisaje ya de por sí inolvidable.


A medida que se avanza hacia el norte, ya en la Región de Aysén, el paisaje se vuelve cada vez más fragmentado y enigmático. Una de las paradas destacadas es la Isla Kent, una isla montañosa, cubierta de vegetación densa y casi deshabitada, rodeada de un silencio abrumador. Esta zona, ubicada frente al archipiélago de los Chonos, está tan aislada que ha sido testigo de relatos y leyendas que circulan entre navegantes y lugareños. Una de las más famosas es la de la Isla Friendship, una isla que, según el folclore moderno, albergaría una comunidad secreta con tecnología avanzada y supuestos vínculos extraterrestres. Aunque su existencia concreta nunca fue comprobada, muchas personas aseguran haber recibido mensajes de radio de esta misteriosa isla, y se cree que estaría en algún punto indeterminado entre el archipiélago de Chiloé y los canales australes. La mención de su leyenda aporta un aura de misticismo a una región ya de por sí fascinante.



Cuándo y cómo hacerlo
El viaje se ofrece principalmente en dos momentos clave: a mediados de septiembre, partiendo desde Puerto Montt, y a principios de abril, partiendo desde Ushuaia. Ambas fechas permiten navegar durante el cambio de estación, lo que brinda un atractivo particular: la posibilidad de ver los paisajes en transición y evitar las multitudes.
El precio por persona ronda los USD 6.000 a 7.000, incluyendo alojamiento, comidas gourmet, excursiones, charlas y uso de todas las instalaciones del barco. No están incluidos los paquetes de internet de alta velocidad ni las salidas en kayak, que pueden contratarse de manera adicional.

Una experiencia transformadora
Este no es un viaje convencional. Es una inmersión en lo remoto, un recordatorio de que todavía existen lugares donde la naturaleza no ha sido invadida. Es un recorrido por glaciares que caen al mar como catedrales, fiordos donde el silencio lo envuelve todo, y pueblos suspendidos entre la historia y la madera.
Es también una forma distinta de viajar: sin apuro, sin pantallas, sin cronograma apretado. Solo el vaivén del barco, el rugido de un bloque de hielo cayendo al agua y la emoción de sentirse pequeño frente a algo mucho más grande.