Cada 23 de abril Cataluña celebra a su patrón, Sant Jordi, saliendo a la calle. Esta fiesta regional aúna cultura y romanticismo combinando la celebración del día del libro y de los enamorados. Coincidir allí para vivirla de manera literaria y festiva es un recuerdo lleno de aroma y color. Descubrir Cataluña, la Costa Brava, la Costa Dorada, los pueblos medievales y la excitante ciudad de Barcelona con su legado modernista, siempre es un buen plan.
Se trata de una de las celebraciones más originales y románticas del mundo: en esta fecha la costumbre es que tanto las parejas, pero también los amigos y familia, se intercambien regalos como libros y rosas.
Como ser, la capital catalana, Barcelona, para esta ocasión se convierte en una enorme librería y floristería a cielo abierto. Las calles se llenan de gente que pasea entre puestos buscando obsequios; las coloridas flores y las más variada novedades editoriales. Como si no fuera lo suficientemente anecdótico, hasta Casa Batlló forma parte de las intervenciones y festejos: la fachada del edificio obra del arquitecto Antoni Gaudí, máximo representante del modernismo catalán, es decorada con rosas rojas.
Autores consagrados se hacen presentes en la vía pública firmando libros y el aroma de las rosas que engalanan este día son una postal que se repite cada año. Una celebración que tanto locales como visitantes disfrutan por las Ramblas, el Paseo de Gracia, el Paseo de Sant Joan, entre muchas otras calles.
Además este día es una gran oportunidad para ver tradiciones como el baile típico; la sardana y la tradición de “castells” o castillos humanos; visitar edificios como el Ayuntamiento, el recinto modernista Sant Pau y el Palau Güell donde suele haber actividades especiales.
El origen de esta curiosa fiesta es una mezcla de tradiciones de distintas épocas. Coincide, por un lado, el hecho de que Sant Jordi sea, desde el siglo XV, el patrón de Cataluña; por otro, la famosa leyenda de Sant Jordi y el dragón. La misma cuenta que el caballero venció al dragón que atemorizaba al pueblo y a la princesa; al atravesarlo con la espada, del cuerpo de la bestia brotaron hermosas rosas rojas de las que Sant Jordi regaló una a la princesa.