Por qué para llevar una vida nómade hay que renunciar a mucho más que tu trabajo

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Redactor
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Cuenta la leyenda que hubo un tiempo en el que lo más importante era tener una casa, un trabajo estable y una familia, pero las cosas han cambiado y el nuevo sueño colectivo parece ser dejarlo todo atrás y recorrer la mayor cantidad de países posibles. Pero el famoso titular “Renuncia a tu trabajo y empieza a viajar” puede ser mal interpretado. Por eso, hay alguno puntos importantes a tener en cuenta:

Existen muchas formas de viajar: Para muchos la idea de una vida nómade es la de una vida de vacaciones y no se trata de eso. Para nosotros, simples mortales sin una fortuna familiar, el secreto para llevar una vida nómade no está en dejar de trabajar sino en un cambio de prioridades y, sobre todo, en la manera en la que vemos y vivimos el trabajo. Una vida nómade requiere de ti algo muy simple (aunque no por ello fácil) y es minimizar, elegir lo esencial.

Resulta que para llevar una vida nómade es necesario renunciar a mucho más que tu trabajo de oficina: en algunos casos esa renuncia puede ser a una carrera profesional, a un futuro “seguro”, a una pareja estable o quizás incluso la idea de formar una familia por lo pronto. Renuncias a muchos amigos que se quedan, a la seguridad que te da vivir en un lugar propio y al seguro de salud de la empresa.

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De trabajar, a traviajar: Me fui de mi país natal con ganas de sentirme extranjera en otra tierra. Salí sin deudas y con un título universitario bajo el brazo, el cual todos decían que me iba a ayudar un montón. En ese entonces, el único trabajo digno para mí era aquel que me permitiera poner en práctica mis 5 años de estudio y si bien estaba dispuesta “a empezar desde abajo”, tuve el privilegio de no tener que hacerlo.

Así fue que se me ocurrió la misma idea que le ocurre a tantos otros que respaldan el cuento de “renuncia a tu trabajo y viaja”: me di cuenta que ese título no me garantizaba ningún futuro feliz. Así que renuncié, pero no me puse a viajar sino que seguí trabajando. Cambié de carrera y probé con el emprendimiento, pero una vez más me terminé frustrando: para viajar tenía que trabajar muchísimo. Fue tanta la presión que me puse a mí misma que ya no quise hacerlo más.

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Así que, encontrándome en esta encrucijada otra vez, me di cuenta eventualmente de que había estado viéndolo todo por el lado equivocado. Si quería ponerme a viajar era necesario, efectivamente, tener un colchón de ahorros pero también había otra manera de lograrlo sin tener que vivir de ellos: traviajando. Porque no se trata de vivir de vacaciones sino de usar la creatividad, salir de la zona de confort y poner a prueba todas tus habilidades, no solo aquellas que la educación tradicional te enseñó.

Un día decidí poner a prueba esta teoría recorriendo el sur de Chile, sin una fecha definida de regreso y un presupuesto bien apretado. En mi primer destino, Pichilemu, una pequeña ciudad en la costa central, conseguí un puesto de voluntaria en un hostal así que pude aprender a surfear durante un mes, gastando únicamente en comida y diversión.

En mi segundo mes empecé a recorrer, alternando entre casas de amigos y la acampada libre. Eventualmente llegué a Concepción en donde, gracias a unos hosts de Couchsurfing, pude quedarme un par de semanas guardando el dinero que ganaba por la venta de snacks hechos por mí misma en la playa y los parques. En mi siguiente destino, Pucón, un lugar de mucha afluencia en temporada alta, me colgué del boom de turistas y conseguí trabajo como mesera.

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Lo más curioso es que varias veces rechacé este tipo de oficios por una mezcla entre orgullo y terquedad, ya que todo a mi alrededor me recordaba que yo fui a la universidad. Esta es una de las lecciones más lindas que me trajo el viajar a largo plazo: en la vida real los títulos dan lo mismo. Si lo usas para definirte a ti mismo te estarás perdiendo de montones de oportunidades y aprendizajes increíbles.

Fue así como volví a Santiago, a la que había sido mi casa durante los últimos 5 años y me decidí a dejar las pruebas y lanzarme. En poco tiempo me deshice de todo, ahorré lo mínimo y me fui sin ganas de volver, para mudarme a un pueblito en la playa desde el cual escribo esto. En este tiempo no he dejado de trabajar, de hecho, gano menos de lo que alguna vez gané viviendo en la capital pero también gasto mucho menos, ya que he aprendido a minimizar y una casa en un pueblito siempre va a costar muchísimo menos que una en la gran ciudad.

Gracias a los cambios de paradigma y una que otra crisis existencial de alguna manera logré caer precisamente en aquello que tanto buscaba. No creo tener la receta y puede ser que en cualquier momento todo se derrumbe, pero quizás esta lectura active los mecanismos correctos dentro de ti como para que encuentres tu manera de vivir esa vida nómade que tanto deseas. Porque no se trata de renunciar al trabajo, sino de renunciar a la manera tradicional de ejercerlo y explorar una forma alternativa de vivir.

 

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