«La realidad es que el tema ecológico no es un tema prioritario, o al menos desde nuestro lugar no lo vemos así» expresa Matías Yeannes en un extracto de video que circuló hace unos días en Twitter. La secuencia completa pertenece al documental «Buscando a las toninas», producido por EcoHouse y difundido en 2019, periodo en el que esta persona se desempeñaba como secretario de Seguridad del partido de Pinamar.
Si nos parece negligente de su parte caer en el reduccionismo de la problemática ambiental a un «tema», la historia se puede poner peor: en el mismo fragmento, Federico Panzieri, Jefe de Gabinete del partido de Pinamar, redobla la apuesta para convertirse en lo que en Argentina podríamos bautizar brutamente como «el pelotudo del año»:
«Hay gente que lo soluciona con frascos de Rivotril, porque me parece que lo que estoy escuchando es como si hubiera un exceso de ansiedad de solucionar un montón de cosas que no las vas a poder solucionar hoy, al menos desde mi punto de vista. Los 400 delfines, discúlpenme, a mí no me importan, yo tengo que administrar una comunidad»
Sin dudas, una mirada cortoplacista que asusta. ¿Si no lo podemos solucionar hoy entonces cuándo? ¿Pondremos manos a la obra una vez que ya no quede absolutamente NADA por hacer? ¿Es necesario esperar a agarrarnos la cabeza y lamentarnos por lo que dejamos que ocurra?
«Buscando a las toninas» es un documental que tiene como principal disparador reflexionar acerca de por qué se llama “Las Toninas” a una localidad donde casi ya no quedan toninas, una escena que profesionales de la biología marina y especialistas en fauna consideran como indicadores ambientales: «Si la especie no va bien, eso quiere decir que el mar no está bien«.
Las Toninas es una ciudad balneario perteneciente al Partido de La Costa, provincia de Buenos Aires, Argentina. Goza de un ambiente familiar, con playas angostas de arena fina, y aguas tranquilas y cálidas de poca profundidad y suave oleaje. Debe su nombre, claro está, a la presencia de toninas, ejemplares considerados como el cetáceo más grande que habita en aguas dulces.
A partir de esta documentación, Eco House e Influos se embarcan en una aventura por el Partido de La Costa y Pinamar con el objetivo de comprender porqué la crisis ecológica afecta al mar argentino. Mediante testimonios de biólogos, fundaciones, pescadores, ciudadanos y referentes políticos locales, es posible discernir entre dos posturas: por un lado, la mirada ambientalista que pone el foco en la alarma y preocupación que esta situación concierne y, por otra parte, la postura política que marca y remarca que esto no es un asunto que requiera de intervención instantánea.
Desafortunadamente, a quienes ocupan los más altos cargos de poder político, sea municipal, provincial y/o nacional, les parece superfluo diseñar líneas de acción para trabajar de cara al futuro sobre las causas del declive socioambiental más importante que atraviesa parte del territorio argentino.
En 2019, año de su publicación, fue declarado de Interés Cultural por la Honorable Cámara de Diputados de la Nación y por la Legislatura de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires, pero si bien las distinciones son bien recibidas, el reconocimiento de la problemática ambiental aún parece pasar desapercibido en la sociedad.
¿Hasta cuándo? ¿Hasta dónde? ¿Hasta que ya no quede nada y veamos como todos los recursos a los que supimos tener acceso ilimitado se convierten en escasos bienes de lujo? Porque, precisamente, los pronósticos indican eso: en un futuro, habitar el mundo que necesitamos para subsistir podría ser una cuestión de lujo.
¿Es necesario tener que llegar a hacer un documental para empezar a hacer algo? Pregunta un usuario a través de un comentario al video. Parece que en los tiempos que corren, la difusión audiovisual en las plataformas sociales que tanto nos gustan resulta una de las pocas posibilidades de capturar la atención de usuarios. Atención que de por sí siempre resulta escasa cuando se trata de espacios en donde predomina el habitual scroll.
El abordaje de esta problemática se llevó a cabo en 2019, pero no significa que el mismo caduque, por el contrario, la emergencia y necesidad de tomar cartas en el asunto se hará cada vez más evidente. Como así también ocurrirá que una problemática irá «tapando» a la otra, no por quitarle mérito o importancia, sino porque llegará un punto en el que encontremos infinidad de asuntos por los cuales manifestarnos: los incendios forestales en las sierras de Argentina, el acuerdo porcino con China…
O la salmonicultura, actividad que comprende una rama de la acuicultura enfocada a la producción de peces de la familia salmonidae. Durante el gobierno de Cambiemos, Argentina firmó una acuerdo con Noruega para que se críen salmones exóticos en el canal de Beagle. ¿Lo sabías?
Ojo, no es ignorancia, puede que se trate ni más ni menos que de la puta desinformación que padecemos día a día respecto a las decisiones y reglamentaciones sobre el presente y futuro en la preservación del mundo donde vivimos.
Pero volviendo al tema, la salmonicultura es una industria que Noruega quiere instalar en Argentina y ambientalistas advierten que si esto sucede el resultado puede causar un desastre ambiental en nuestro océano. Como no podía ser de otra manera, un nuevo documental que acaba de estrenarse gracias al trabajo de «Sin Azul no hay Verde» y Patagonia pone especial énfasis en la importancia de conocer lo que está sucediendo para protegernos de lo que puede llegar a pasar.
¿Por qué tanto escándalo por unas jaulas de salmón? Las granjas de salmón en aguas abiertas matan de forma irreversible el lecho marino y todo el ecosistema a su alrededor. La industria de la salmonicultura tiene un triple impacto: destruye el medio ambiente, la salud de las personas y la economía. No tomemos a la ligera la incertidumbre en relación al impacto a largo plazo que esto podría tener: después de diez años de uso, las jaulas deben ser reubicadas porque el mar se vuelve sin oxígeno y carente de vida. Proteger el Canal Beagle es proteger el desarrollo sustentable de todo el ecosistema.
Patagonia Argentina
El centro-sur del país sea, quizás, quien peor la está pasando, Hace tan solo unos meses, más de 40 organizaciones ambientales impulsaban la firma de una petición en la que exigían la derogación de la Ley N° 3692, una normativa implementada en la provincia argentina de Santa Cruz a la que describen como una amenaza a la naturaleza ya que prohíbe crear nuevas áreas naturales protegidas, públicas o privadas.
Mientras que Santa Cruz es una de las provincias con menor superficie protegida del país —menos del 8%— la legislatura provincial designó en la última década el 70% de la superficie de la provincia de interés especial para actividades mineras. Un estudio del CONICET demuestra que la huella de carbono total del sector ganadero ovino se cuadriplicó en 2020. Según el Censo Nacional Agropecuario de 2018, Santa Cruz sufrió la degradación del 34% de sus hectáreas productivas en los últimos 16 años. El INTA estimó que el 77% del suelo se encuentra en estado de desertificación grave o muy grave.
La ley, identificada como de “Declaración de Emergencia en Materia de Posesión y Tenencia de Tierras Rurales“, expresa: “Prohíbese por el término de 12 meses, prorrogables por doce meses más, la celebración de cualquier acto administrativo que tenga por objeto creación de nuevas áreas naturales“. El descargo de los ambientalistas en contra de esta medida pide por una Patagonia sin paisajes destruidos y plantea que es #SantaCruzReinoDelRevés: “Prohibir la protección de la naturaleza es avanzar a contramano del mundo“.
A contramano y contracorriente, dos conceptos que describen a la perfección el accionar de las autoridades que, en la teoría, deben procurar velar por la seguridad de las personas, pero en la práctica la agenda los lleva puestos hacia problemáticas más importantes (si es que acaso algo pudiera ser más importante que permitir un incendio feroz en la única gran casa que habitamos) o solo adhieren a todo aquello que resulte en oportunismo.
Otra vez, la política como intermediario negligente que ofrece casi como un regalo lo más preciado que tenemos: nuestra biodiversidad. Vale aclarar que el escenario que mencionamos respecto a la crisis medioambiental en Argentina no es un asunto exclusivo, también es propio de otros países del mundo. Basta solo con cruzar una frontera para identificar los estragos que una mala gestión en términos de medio ambiente está provocando en Brasil.
Tras los devastadores incendios forestales que han afectado al Amazonas este año, según indican estudios sobre el tema, Brasil alcanzó su máximo de 12 años de deforestación en 2020. Precisamente se han perdido más de 4,280 millas cuadradas de selva tropical destruidas entre agosto de 2019 y julio de este año, proporciones que equivalen a un área igual a siete veces el tamaño de Londres.
Se trata de la pérdida más considerable desde 2008 y todo apunta a una mala e ineficiente gestión del presidente Jair Bolsonaro como lamentable consecuencia. Según Carlos Rittl, un ambientalista brasileño que trabaja en el Instituto de Estudios Avanzados de Sostenibilidad de Alemania, las cifras récord son un reflejo del daño ambiental consentido por Bolsonaro.
El portavoz de Greenpeace para la Amazonía informó que Cristiane Mazzetti expresó: “Esto es un reflejo directo de las políticas anti-ambientales de la administración Bolsonaro que han debilitado a las agencias de monitoreo y han utilizado estrategias equivocadas para combatir la deforestación, como el despliegue fuerzas en lugar de agentes de protección ambiental“.
Otro ejemplo sobre el desinterés político que lleva ni más ni menos que a la ruina al Amazonas, el bosque tropical más grande del mundo y más famoso por su biodiversidad que abarca gran parte del noroeste de Brasil y se extiende hasta Colombia, Perú y otros países de Sudamérica.
Más lo pienso y más lo creo: parece ser que la concientización sobre los atributos y beneficios en los ecosistemas y la importancia de preservar los espacios naturales más preciados de nuestro mundo ha quedado relegado solo a los libros que muchos usábamos para estudiar en la escuela. De esos que tan lindo mostraban un medio ambiente ideal, adornado con dibujos, infografías y material interactivo. Pero insisto, la problemática ecológica no es solo un tema, ni un capítulo dentro de esos libros. Es materia, es asignatura pendiente y quién sabe cuántos años nos lleve estudiar y ‘rompernos la cabeza’ para saldar la deuda que hoy tenemos con el mundo.