Cada Año Santo o Jubileo, millones de católicos se congregan para participar en un rito que simboliza la redención y el perdón: cruzar una puerta santa. Estas puertas especiales, presentes en solo ocho iglesias a nivel mundial, representan la conexión con Jesús como la «puerta de la salvación».
La tradición de las puertas santas inició formalmente en el siglo XV, aunque sus raíces simbólicas son mucho más antiguas. La más antigua de todas se encuentra en la Basílica de San Juan de Letrán en Roma, inaugurada en 1423 por el papa Martín V. Sin embargo, fue el papa Alejandro VI quien consolidó la práctica en 1499 al incorporar estas puertas en otras tres basílicas romanas: San Pedro, Santa María la Mayor y San Pablo Extramuros.
Aunque la mayoría de las puertas santas están en Roma, otras iglesias también han sido designadas con este privilegio. Entre ellas destacan:
- Basílica de Santa María de Collemaggio (L’Aquila, Italia) y la Catedral de la Asunción de María (Atri, Italia), cuyos orígenes datan de 1294.
- Catedral de Santiago de Compostela (España), cuya puerta santa solo se abre cuando el 25 de julio, día del apóstol Santiago, cae en domingo.
- Basílica-Catedral de Notre Dame (Quebec, Canadá), la única fuera de Europa, autorizada en 2014 por el papa Benedicto XVI.
La ceremonia comienza con el Papa golpeando la puerta tres veces con un martillo, evocando el deseo de los fieles de entrar al reino de Dios. Durante siglos, las puertas se mantenían tapiadas, pero un accidente en 1974 modificó esta tradición. En aquella ocasión, mientras el papa Pablo VI abría la puerta de San Pedro, unos escombros cayeron peligrosamente cerca de él. Desde entonces, los muros se remueven previamente para garantizar la seguridad.
¿Por qué solo ocho iglesias tienen estas puertas? La decisión recae únicamente en el Papa, quien designa qué templos recibirán este honor. En Jubileos anteriores, incluso se han autorizado puertas temporales en diócesis de todo el mundo, como ocurrió en 2015. Para el Jubileo de 2025, el papa Francisco también abrirá una puerta santa especial en una prisión en Roma, reafirmando que la salvación está al alcance de todos.
Cruzarlas no es solo un acto físico, sino espiritual: simboliza dejar atrás el pecado y encontrar el camino hacia la gracia divina. Por eso, estas puertas santas, más allá de su exclusividad, son un puente entre lo terrenal y lo eterno.