Se trata del recorrido de Electra, una de las 6 ballenas que el proyecto «Siguiendo Ballenas» monitorea satelitalmente. Algunos usuarios en las redes sociales destacaron que la ballena franca austral y su cría realizaron el recorrido con la misma forma que ellas.
El proyecto de seguimiento satelital de ballenas francas nació en 2014 dentro del marco del Plan de Manejo para la Conservación de la Ballena Franca Austral del Atlántico Sudoccidental de la Comisión Ballenera Internacional. Entre 2014 y 2020 el proyecto permitió conocer las trayectorias de 47 individuos por el litoral marítimo argentino, las rutas migratorias y las áreas de alimentación en el Atlántico sudoccidental y los mares subantárticos.
El año pasado, en su sexta temporada, este proyecto sumó 18 ballenas más, totalizando 65 ballenas monitoreadas.
La importancia del seguimiento de la ballena franca austral
El seguimiento satelital permitió dar a conocer los detalles del comportamiento de esta población de ballenas hasta ahora no descriptos: el uso de los golfos norpatagónicos, la velocidad y distancias de desplazamiento diario, entre otros.
Además permite localizar los ambientes claves para su ciclo de vida y genera información relevante para sustentar la importancia de las áreas marinas protegidas y para elaborar recomendaciones de regulación de actividades humanas (pesqueras, petroleras y de transporte naviero) con potencial impacto sobre los grandes mamíferos marinos.
La amenaza a la especie
Uno de los problemas que enfrenta la ballena franca austral es la invasión de barcos industriales. La presencia de cientos de embarcaciones que se instalan en el límite fronterizo de las aguas nacionales en el Mar Argentino no es nada bueno para ellas. Si bien su gran tamaño impide que sean levantadas con redes hacia los buques, están expuestas a varios peligros.
La presencia de muchísimos barcos pesqueros en la zona de hábitat y en la ruta migratoria de la ballena franca austral (desde la Antártida hasta la Península Valdés) aumenta el riesgo de choques o colisiones que pueden terminar lesionándola.
Esto podría suceder porque los buques de pesca industriales navegan a una velocidad mayor que el movimiento de las ballenas (2 nudos aproximadamente cuando se alimenta). Aunque tiende a apartarse de la rutas de las embarcaciones, lo que más podría dañarla son los cambios de rumbo repentinos.
De hecho, en el Atlántico Norte, desde 1970 hasta 2009, el 80% de las muertes de ballenas francas fueron provocadas por enmallamientos en redes de pesca y colisiones con barcos.
Otra cuestión es que los sonidos de las ballenas se propagan grandes distancias en el mar. Hoy en día la contaminación sonora del mar, en especial por embarcaciones, es cada vez mayor y hay preocupación de que pueda afectar la comunicación de las ballenas.