La historia de Juan Casco, un tripulante paraguayo de la lancha Ana Belén, parece salida de una película de supervivencia. El 23 de agosto fue rescatado con vida cerca de las Islas Gilbert, a 200 kilómetros de Punta Arenas, tras naufragar y permanecer 48 horas desaparecido en medio del mar. Su relato dejó atónitos incluso a los rescatistas de la Armada.
Todo comenzó el 21 de agosto, cuando se reportó la desaparición de cuatro tripulantes de la embarcación. La búsqueda desplegó helicópteros y lanchas, pero el rastro de los pescadores se desvanecía con el oleaje y el clima adverso. Contra todo pronóstico, Casco logró resistir en condiciones extremas hasta reencontrarse con la vida.
Según contó su hermana Clarisa Castro, Juan nadó 17 horas seguidas tratando de alcanzar la superficie, mientras las olas lo arrastraban al fondo una y otra vez. En una de esas embestidas del mar, fue arrastrado a una cueva donde lobos marinos lo atacaron y mordieron sus pies. Aun así, consiguió volver al agua y aferrarse a unas rocas.
Allí encontró un mínimo refugio: agua dulce que brotaba entre las piedras. Sin comida y con frío extremo, se las ingenió para abrigarse con pasto y su propia orina, un recurso desesperado pero vital para evitar la hipotermia.
Durante horas, escuchó pasar helicópteros sin que lo detectaran. Finalmente, cuando creyó que no quedaban fuerzas, escuchó el ruido de unas lanchas pesqueras y silbó con todas sus energías. Ese silbido fue lo que permitió que lo localizaran y comenzara su rescate.

Hoy, Juan se encuentra hospitalizado en el Hospital Regional de Magallanes, aún en estado de shock, pero estable. Mientras tanto, continúa la búsqueda de los otros tres tripulantes desaparecidos.
Para su familia, lo ocurrido es nada menos que un milagro. “De verdad, lo que pasó con mi hermano es un milagro de Dios”, expresó Clarisa conmovida. Y aunque el buzo todavía habla poco, su increíble odisea ya se convirtió en uno de los relatos de supervivencia más impactantes de la Patagonia chilena.
