En un descubrimiento que combina historia, tecnología y emoción, un equipo arqueológico logró recuperar del fondo del mar 22 bloques colosales que formaban parte del legendario Faro de Alejandría, una de las Siete Maravillas del Mundo Antiguo. Los hallazgos se realizaron frente a las costas de Egipto, en el puerto oriental de Alejandría, y marcan un hito en el ambicioso proyecto internacional PHAROS.
Los bloques, de entre 70.000 y 80.000 kilos, incluyen dinteles, jambas, losas de pavimento y partes del acceso monumental de la antigua estructura. Tras siglos bajo el mar, estas piezas resurgen como testigos silenciosos de una era en la que Egipto brillaba como epicentro del conocimiento y el comercio mediterráneo.
El rescate fue liderado por una misión franco-egipcia que trabaja desde hace años en la digitalización y reconstrucción del Faro, con el objetivo de crear un modelo virtual que permita comprender su arquitectura y simular su historia, desde su construcción hasta su colapso. Para ello, los bloques recuperados serán escaneados en detalle y enviados a ingenieros voluntarios que se encargarán de reconstruir digitalmente el monumento como si fuera un rompecabezas arqueológico.
El regreso de un gigante del pasado
Construido en el siglo III a. C. por orden de Ptolomeo I, el Faro de Alejandría fue la primera torre luminosa de grandes dimensiones del mundo y llegó a alcanzar los 100 metros de altura. Su luz, visible a decenas de kilómetros, guiaba a los navegantes a través de una costa peligrosa y simbolizaba el poderío de una ciudad que era faro del saber.
Durante más de 1600 años resistió terremotos, invasiones y el paso del tiempo. Finalmente, entre los siglos XIV y XV, sus restos fueron utilizados para construir la fortaleza de Qaitbay. Desde entonces, los vestigios de este coloso yacían ocultos bajo el mar.
Ahora, gracias a la tecnología de escaneo tridimensional y a la colaboración internacional entre arqueólogos, científicos y arquitectos, la reconstrucción del faro está en marcha. El modelo digital permitirá visitar la estructura virtualmente, estudiar sus técnicas constructivas y comprender mejor el rol que tuvo en el desarrollo del mundo antiguo.
Este hallazgo no solo emociona a historiadores y expertos, sino que reactiva el interés por una de las grandes maravillas perdidas de la humanidad, devolviéndole, al menos en parte, su lugar en la memoria colectiva.
