La Fontana di Trevi, una de las joyas más icónicas de Roma, volvió a ser el escenario de un acto de turismo irresponsable. En la noche del domingo, un turista neozelandés de 30 años, en estado de ebriedad, desafió las estrictas normas de conservación y se lanzó al agua, lo que desató una persecución policial en pleno centro de la capital italiana.

Las autoridades lograron detenerlo rápidamente y le impusieron una multa de 500 euros, además de prohibirle de por vida el acceso a la fuente. Según informó la Policía de Roma a CNN, el alcohol fue un factor clave en la imprudente decisión del hombre, quien inicialmente se encontraba junto a otros dos amigos también de Nueva Zelanda. Mientras eran escoltados fuera del área, el sujeto logró zafarse de los agentes y saltó al agua, sin imaginar las consecuencias.
No es la primera vez que el famoso monumento barroco es el centro de este tipo de episodios. Cada año, la policía sanciona a una docena de turistas por introducirse en la fuente o arrojar objetos al agua. Además, la atracción es blanco de intentos de robo de monedas, ya que aproximadamente 1,5 millones de euros son lanzados anualmente por los visitantes con la esperanza de volver a Roma.

Para proteger la estructura, el Ayuntamiento de Roma ha implementado medidas como restricciones horarias, límites de aforo y estrictos controles de seguridad. En 2024, se invirtieron 330.000 dólares en una restauración integral, que incluyó el drenaje y limpieza completa del monumento.
La Fontana di Trevi ha sido inmortalizada en el cine con escenas como la icónica de Anita Ekberg en «La Dolce Vita» (1960). Sin embargo, a pesar de la fascinación que genera, sumergirse en sus aguas no solo es ilegal, sino que también puede traer consecuencias graves. El caso del turista neozelandés es un nuevo recordatorio de los desafíos que enfrentan las ciudades históricas frente al turismo masivo y el comportamiento irresponsable de algunos visitantes.