El 27 de noviembre de 1983, la historia de la aviación quedó marcada por una de sus tragedias más devastadoras: el vuelo 011 de Avianca, un Boeing 747 conocido por su tripulación como “Olafo”, se estrelló en las inmediaciones de Mejorada del Campo, a pocos kilómetros del aeropuerto de Madrid-Barajas, durante la aproximación final. A bordo viajaban 192 personas, de las cuales 181 murieron y solo 11 sobrevivieron.
El avión, matrícula HK-2910X, había iniciado su ruta en París tras una demora causada por la llegada tardía de pasajeros provenientes de Fráncfort. El itinerario completo del vuelo unía Fráncfort con Bogotá, con escalas en París, Madrid y Caracas. La aeronave tenía apenas seis años desde su fabricación y llevaba poco más de un año operando para Avianca.
Al mando estaba el capitán Tulio Hernández, un piloto de amplia trayectoria, acompañado por un equipo experimentado de oficiales e ingenieros especializados en el 747. Entre las víctimas se encontraban figuras trascendentes del mundo cultural latinoamericano, como Marta Traba, Ángel Rama, Jorge Ibargüengoitia y Manuel Scorza, quienes viajaban invitados por el gobierno colombiano.
La tragedia se desencadenó en los minutos finales del vuelo. Durante la aproximación nocturna a Madrid, la tripulación pasó por alto referencias de navegación clave y se produjeron confusiones en la altitud de intercepción del ILS, el sistema que guía a los aviones en el aterrizaje. El equipo comenzó un viraje antes de alcanzar el punto establecido y descendió por debajo de las alturas mínimas de seguridad, lo que llevó a que la aeronave impactara contra el terreno sin que hubiera posibilidad de recuperación.

El informe oficial A-042/1983 de la CIAIAC fue contundente: no hubo fallas técnicas, meteorológicas ni problemas de mantenimiento que explicaran el siniestro. La causa fue atribuida a falla humana, resultado de una navegación imprecisa, una coordinación insuficiente en cabina y deficiencias en la fraseología utilizada entre los pilotos.
Los registradores de vuelo fueron recuperados el mismo día, y aunque solo uno de los cuatro canales del CVR (la grabadora de voces) pudo analizarse, permitió reconstruir la secuencia final. Tras el impacto, parte del fuselaje se incendió y los equipos de emergencia llegaron en aproximadamente 20 minutos, encontrándose con un panorama devastador.
A más de cuatro décadas, la tragedia del vuelo 11 continúa siendo un recordatorio sombrío de la importancia crítica de la coordinación en cabina y del estricto cumplimiento de los procedimientos de aproximación en aviación.

