Un ejemplo de lo que dejamos atrás cuando viajamos: carta a sus sobrinos

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Redactor
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Hace ya un tiempo quería escribir sobre esto. Sobre aquellas cosas que uno deja atrás (al menos por un tiempo) cuando salimos al camino. Cuando salimos a cumplir nuestros sueños.

En lo personal recuerdo aún que el transcurso del primer mes (de varios) me costó ponerme en ritmo y saber que lo que había quedado en casa, no estaba al lado nuestro.

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Era algo extraño, quizás era la primer vez que estaba lejos tanto tiempo (y no sabía cuánto más me iba demorar en volver), y eso hacia extrañar a los amigos y a la familia un poco más de lo esperado.

Uno ve que la vida allá sigue, y acá también. En casa los amigos se siguen juntando, la familia sigue sorteando los problemas de siempre, pero todos nos hacen saber que nos quieren y nos necesitan.

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Pero fue en el momento en tomé conciencia de que yo había elegido estar ahí, lejos, mirando y analizando todo, por primera vez, desde otra perspectiva. Y eso respondía a una sola causa, una simple, animarse a cumplir un sueño, encontrarse en el camino.

Querer entender por qué llegamos a ese punto. Entender por qué uno no avanza. Poder verse en ese lugar y querer cambiar. Querer dejar atrás nuestras malas formas, que vaya a saber uno porque las toma. Querer sacarse ese pesado traje que nos exigen, que nos exigimos, y no nos dejan ser cómo en realidad somos; nos vemos haciendo cosas que solo disfrutamos a corto plazo.

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Comprender que de eso se trata este viaje. Abrir la cabeza. Conocer. Aprender. Conocernos. Ser.
Transitar ese camino de conocerse puede ser fuerte. Animarse a recorrerlo es el primer paso.

Y una de las cosas más reconfortantes de todas es que hay mucha gente persiguiendo lo mismo. Que no estábamos tan equivocados, que esa técnica de crecer era cierta.

Me encontré hace poco con los chicos de Pewma Rodante, que salieron también a recorrer su camino, y les escribieron una carta a sus sobrinos, intentando explicar todo esto (hubiese dado cualquier cosa porque alguien me contara de estas formas cuando era chico). Y me pareció que compartirla y compartirlos era apoyarlos un poquito en esta aventura.

Queridos Anna, Felipe, Guada, Brisa, Ampi, Santi, Ailen y Camilo,

Queremos mucho a sus papas, pero no sabemos muy bien que les habrán dicho de nosotros, incluso no sabemos muy bien qué es lo que ellos sienten, ni si les hablan de nosotros tanto como nosotros quisiéramos. Por eso vamos a intentar hablarles a ustedes desde acá, porque ustedes son personas importantes y como a toda persona importante es necesario darle explicaciones, explicaremos el por qué estos tíos locos no van a poder ir a algunos de sus cumpleaños, ni estar para jugar, dibujar o correr con ustedes como hacíamos antes.

Hasta hace poco tiempo, vivíamos una vida típica de “adulto trabajador y responsable” que si bien nos permitía estar cerca de ustedes, a veces nos hacía estar enojados, tristes, cansados y nos hacía olvidar un poco quienes éramos en realidad. ¿Vieron cuando ustedes están aburridos en el cole y en realidad quisieran estar afuera jugando a la pelota, dibujando o bailando? Bueno, algo así nos pasaba a nosotros en esos días, había algo que nos gritaba desde adentro, tan pero tan fuerte que no podíamos hacer como si no se existiera, era algo contra lo que no podíamos seguir luchando, y ese algo era un sueño…

Soñábamos con viajar, con que nuestros días no fueran todos iguales, con conocer lugares, culturas y gente muy diferente a nosotros y a ustedes, con conocer plantas, animales y paisajes que nunca nos hubiéramos imaginado; soñábamos con vivir cada momento con la mismas ganas con que ustedes bailan, dibujan, cantan, esquían, juegan a la pelota o andan en bicicleta; soñábamos con tener el tiempo para hacer sólo las cosas que nos hicieran felices y poder hacerlas con tantas pero tantas ganas que tuviéramos que pellizcarnos para saber si todo lo que vivíamos era realidad.

Sabíamos que el mundo era grande, muy grande, mucho más grande que la ciudad de La Plata, Belgrano o Ushuaia, y que estando encerrados todos los días en una oficina nunca lo íbamos a conocer. Sabíamos también que no era una decisión fácil, que estaríamos lejos y nos íbamos a perder muchas cosas, que había muchas personas que no nos iban a entender, que muchos pensarían que estábamos locos o que era una cosa que no se podía hacer, pero como los sueños solamente los entienden sus protagonistas y algunos locos más, decidimos animarnos a SOÑAR.

Es por eso que en todo este tiempo estaremos viviendo y juntando historias y anécdotas para crecer y compartirlas con ustedes y muchos más. Y si de algo estamos seguros, es que cuando volvamos ustedes serán mucho más altos que ahora, seguramente tengan algunos dientes menos y algunos añitos más, y que vamos a haberlos extrañado un montón.
¡¡¡Los queremos mucho!!!

Tíos Diani y Tamel

PD: esta carta puede ser respondida o ilustrada ¡pero no es excusa para dejar el colegio o no hacer los deberes!

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