En el corazón de la Ciudad de México, un modesto puesto de tacos de apenas 10 metros cuadrados acaba de romper todos los esquemas de la alta cocina: El Califa de León se convirtió en el primer puesto de tacos mexicano en ser galardonado con una estrella Michelin, uno de los mayores reconocimientos gastronómicos del mundo.

Sin mesas, sin sillas y con solo cuatro platillos en el menú, este pequeño local ha demostrado que la excelencia culinaria no depende del lujo, sino del sabor, la tradición y la maestría. Desde 1968, el chef Arturo Rivera Martínez ha dedicado su vida a perfeccionar un arte aparentemente simple: asar finas rebanadas de carne sazonadas con sal y jugo de limón, servidas sobre tortillas recién hechas.
Su receta, ejecutada con precisión milimétrica y una pasión inquebrantable, ha cautivado no solo a locales y turistas, sino ahora también a los críticos más exigentes del mundo.
Este reconocimiento no solo celebra la trayectoria de El Califa de León, sino que marca un antes y un después en la gastronomía mexicana, al poner en valor la cocina callejera como una expresión auténtica y sofisticada de la cultura nacional.

Una estrella Michelin en una taquería sin sillas es, quizás, la mejor prueba de que el verdadero lujo está en lo sencillo… y que los mejores sabores pueden encontrarse en una esquina cualquiera de la ciudad.