Conoce la historia de Polo, el adiestrador de perros de un pueblito de Argentina que reza junto a sus animales antes de comer

Se llama Hipólito pero sus conocidos le dicen Polo. Muchos otros, lo identifican fácilmente también con la característica de ‘el encantador de perros de Roque Pérez‘. Y es que, a decir verdad, resultaría bastante complicado pasar desapercibido en donde vive: un campo cercano a la ciudad de la provincia de Buenos Aires que, según un censo realizado en el año 2001, cuenta solo con aproximadamente 11.000 habitantes.

Roque Pérez se encuentra en la región noreste de la provincia de Buenos Aires a 130 km. de Capital Federal. La ciudad es una zona agropecuaria rica y fértil que se destaca por su actividad vacuna, aviar y porcina (cuenta con el mayor criadero de cerdos del país). La ciudad está limitada políticamente con los partidos de Lobos, sobre el norte; partido de San Miguel del Monte, sobre el este; partido de General Belgrano, sobre el sureste; partido de Las Flores, sobre el sur; partido de Saladillo, sobre el suroeste y 25 de Mayo, sobre el noroeste.

Más allá de tratarse de un lugar en donde prácticamente «todos se conocen con todos», tampoco podría escapar al reconocimiento debido a sus compañeros de vivienda: 12 perros con los que se mueve de un lado para el otro dentro de la estancia donde trabaja.

Según ha trascendido a partir de un video que un vecino compartió con medios nacionales -y que puso de relevancia su historia no solo ante la ciudad o la provincia, sino que también ante el país entero-, Polo se ha convertido en el verdadero amo de 12 perros a los que ha entrenado y adiestrado para mejorar su comportamiento. Tal es así que hasta ha logrado aleccionarlos para que coman en orden. La magia sucede cuando, antes de darles el permiso para empezar a saborear sus alimentos, comienza con un sermón en el que les recuerda los privilegiados que son al vivir en la estancia y ora para que no caigan en la tentación.

Podríamos decir, a juzgar por las imágenes, que el ritual para comer comienza con uno de los perros cargando en su boca el balde con el alimento balanceado, mientras todos se desplazan en manada cumpliendo con las órdenes de Polo. Una vez que llegan a donde se encuentra un banco donde Polo se sienta, el encargado de transportar la comida deja el alimento en las manos de su dueño. Acto seguido, Polo se encarga de esparcir el alimento en una fila para después esperar que los 12 perros se sienten.

Con el paso de los minutos, ya todos los perros se encuentran sentados, obedeciendo con calma a las condiciones impuestas por este particular encantador que conserva un carácter tranquilo, impasible, bien típico de pueblo alejado del ruido y el caos de grandes urbanizaciones. Desde entonces, Polo da comienzo a una ceremonia de agradecimiento y casi de amor a la abundancia: les recuerda a los animales que son unos “privilegiados” ante la posibilidad de alimentarse dos veces por día, que afortunados son también por vivir en un amplio campo que disfrutan al correr y que, como si fuera poco, también son queridos y acariciados por todas las personas que se cruzan con ellos.

A su vez, antes de darles el permiso para que devoren la comida ora con ellos para que “no caigan en la tentación de ladrar de noche, irse afuera del alambrado y comer de la mesa”. Más allá de la implicancia que este señor despliega por sobre los animales, realmente emociona ver el cariño que este buen hombre tiene para con ellos. Entre los animales de la estancia que se ven en los videos, se pueden identificar a labradores, un ovejero alemán, golden retrievers y, los no menos caninos, perritos sin pedigrí con ascendencia desconocida, aún así a pesar de sus diferencias todos han sabido bien recibir el amor de Polo.

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