«Empezar desde cero no es fácil«, es una frase que se repite frecuentemente entre quienes deciden dejarlo todo para dar un giro en sus vidas y comenzar una nueva historia en otro país. Lo lindo y el lado B de ser «expatriado», así como lo que nadie te cuenta de cada lugar, contado en primera persona por cuatro argentinos desde París, Roma, Melbourne y Nueva York.
Victoria, en París (Francia)
Vine a vivir a Francia con la famosa visa working holiday (VVT). Me vine afuera como la mayoría que busca arrancar desde cero, en un nuevo ambiente, y más que nada para encontrarme a mí misma en el proceso.
Arranqué mi viaje en Lyon, donde estuve trabajando y viviendo cuatro meses aproximadamente. Lyon es la tercer ciudad más grande de Francia y muy conocida por ser la capital gastronómica del país. Fue un poco chocante el cambio cultural de golpe, ya que acá en Francia son bastante cerrados como sociedad, sumado el caso que vine con un francés básico. El tema de socializar se dificulta aún más cuando el idioma es tan distinto a los que uno maneja, ya fueren español o inglés.
Ahora me mudé a París para trabajar de lo mío, que es el periodismo deportivo. Algo impensado en Argentina, donde lamentablemente, la mayoría (no todos), lo consigue por contactos. Y este trabajo lo conseguí por un portal de empleo del gobierno francés llamado Pole Emploi. Empezar desde cero no es fácil, pero cosas como estas facilitan un poco todo.
Me tocó una época social bastante complicada, ya que todos los sábados los tan conocidos «chalecos amarillos» salen a manifestar a las calles y los encuentros con la policía tienden a ser bastante fuertes. Me pasó de estar reiteradas veces metida en situaciones muy feas donde la policía comenzaba a reprimir a los manifestantes, tirando gas lacrimógeno, y donde uno no sabe bien qué hacer. Si correr, quedarse ahí o qué.
Uno tiende a idealizar mucho a los países del «primer mundo» y a tirar a menos a nuestro país. Cuando la realidad es que el descontento social existe en todos lados. Lo mismo pasa con la gente durmiendo en la calle, los robos, los paros de transporte, etc. Personalmente, siento que esta experiencia me hace valorar aún más a mi país. No porque no me esté gustando Francia, todo lo contrario. Pero uno extraña tanto a la familia, amigos y afectos; los asados, el dulce de leche y el fernet; la calidez humana de los argentinos. Todo.
Haciendo un balance, creo que a todo aquel que esté en la disyuntiva de si viajar o no, le diría que se anime. Al menos como para tomarlo como parte de un crecimiento personal. Donde todo depende de uno mismo y de nadie más. Es una mezcla de miedo, ansiedad y el darse cuenta cuánto poder tiene uno mismo sobre su vida. Es una chance de empezar desde cero, de conocerse y conocer nuevas culturas y maneras de pensar. Pero siempre sostengo y voy a seguir diciendo, no hay nada como el hogar.
Iván, en Melbourne (Australia)
El motivo para irme de Argentina, básicamente, fue el Gobierno. Mi idea era tramitar la ciudadanía italiana, pero por la dificultad para conseguir ciertos papeles importantes, debí optar por cambiar de plan: así comencé a buscar la información para ir a Australia con la famosa Working and Holiday Visa.
En 4 meses completé todos los trámites, pero mi novia estaba terminando la facultad y decidimos esperar hasta que se reciba para irnos. Ahorramos unos meses en dólares americanos y en julio de 2017 presenté los papeles en la embajada. En agosto me aprobaron la visa y mi novia, al tener ciudadanía italiana, aplico y al momento se la otorgaron.
Sabíamos que no íbamos a ir a Sydney, ciudad elegida por el 85% de los backpackers que van a tierra aussie. Melbourne, la segunda ciudad más grande de Australia, fue la elegida para comenzar nuestro destino.
Nos fuimos a fines de febrero de 2018, ya que la temporada alta en muchos trabajos de “hospitality” (todos los relacionados a la industria alimenticia como bares, restos, etc) tenían ofertas laborales hasta comenzado abril, y luego comenzaba la llamada “low season”.
Mucho se habla, conoce y desconoce sobre la vida en Australia. Cuando estás por visitar la tierra de los Kanguros y Koalas, todo es perfecto, pero una vez acá, no todo es color de rosas.
Lo bueno y lo malo de vivir en Australia, según Iván…
Teniendo una visa de Working and Holiday, ingresás al “sistema” como otro backpacker más. Tan simple como eso: sos otro backpaker que se va a quedar en el país por uno o dos años, o quizá ya saques una visa de estudiante (estudiando algo que no sirve mucho realmente, que posiblemente sea caro, pero que sirva para quedarte en el país hasta conseguir la deseada sponsor visa).
La realidad de Australia es que en las grandes ciudades hay mucho trabajo, si en verdad estás dispuesto a trabajar de lo que sea: desde mozo hasta trabajador de la construcción, pasando por limpieza de casas, repartidor de Uber Eats, limpieza de calles, mudanzas y muchas otras cosas más.
Si no querés vivir en las grandes ciudades y recorrer el país, podés ir a trabajar al campo, dependiendo de tu número de visa, podrás trabajar en las “farm” y así extender tu visa en el país de manera legal, cumpliendo 88 días de trabajo rural. Básicamente, vas a trabajar de lo que los aussies no quieren.
Lo malo es que como muchos empleadores ya conocen todo sobre la Working and Holiday, saben las diferencias en el número de la visa (básicamente, subclass 417 y 462) y tienen en claro cuánto es lo mínimo que te pueden pagar legalmente, cómo hacer los aportes legales mínimos y cómo categorizarte para pagarte lo mínimo posible.
Esto sucede principalmente en rubros como “cleaning” y “hospitality”, este último se caracteriza por el pago en negro y muchas horas de trabajo con el salario mínimo. También en las granjas, cuando se hace trabajo rural para extender la visa, hay muchos abusos de largas jornadas laborales, más de 10 horas, paga mínima, no entrega de los papeles necesarios para presentar al gobierno y lograr la extensión.
Quienes tengan pensado irse a Australia, tengan en claro que pueden trabajar y ahorrar, viajar y conocer el país, pero sepan que hay mucha gente dispuesta a sacar provecho de sus ganas de trabajar de lo que sea.
Si vas a ser un backpacker en Australia, infórmate de tus derechos, y cómo hacerlos valer, ya que hay muchos medios efectivos para denunciar a empleadores que no pagan en tiempo, que no realizan los aportes legales o bien, que pagan en negro o por debajo del salario mínimo legal.
Ahora bien, también hay cosas buenas: si querés viajar para tener nuevas experiencias, la tierra aussie puede ser un buen punto de partida.
Los motivos, principalmente, son que hay mucho trabajo. Tan sólo con el salario mínimo vas a poder ahorrar y vivir. Además es un país muy seguro, hay buen nivel de salud (si bien es privada mayoritariamente) y es fácil recorrer y moverse por todo el territorio.
Los trámites con la visas son claros y fáciles de hacer. Tenés privilegios impositivos los primeros dos años y hasta podés lograr una visa “sponsor” que te permita ser un ciudadano o residente permanente del país.
Hay muchos backpackers, por lo cual, estés donde estés, vas a conocer gente de todas las edades que está viajando como vos (o que alguna vez lo hizo); gente muy amable, buena y divertida que posiblemente comparta tus sueños de viajar.
Y si tu meta es ir y ahorrar, Australia te permite vivir barato y bien, compartir alojamiento, equipar tu casa con muebles y electrodomésticos baratos y en excelente estado. Comprar un auto para recorrer el país es simple, fácil y económico.
Yo conseguí dos trabajos: uno freelance, como analista de marketing para una empresa de construcción, y otro en un puesto en demolición. Pasé de trabajar en una oficina en Argentina, a demolición en Australia.
En esta empresa trabajé varios meses, mientras intercalaba con otras agencias de construcción los días libres. Este trabajo, sumado al otro, me permitió ahorrar, no sólo para poder recorrer Australia, varias de las costas y playas más conocidas del país, sino que me permitió recorrer el sudeste asiático, donde estoy ahora.
Eugenia, en Roma (Italia)
Tuve la oportunidad de ir a vivir a Europa 3 meses por mi trabajo de Argentina, específicamente a mi lugar en el mundo: Roma. Luego de eso, intenté volver a mi rutina en Buenos Aires pero no duró mucho. Decidí renunciar y volver a sacar un pasaje pero sin vuelta. Me instalé en Roma de nuevo y por suerte conseguí un trabajo con un contacto que había hecho antes. Apenas llegué, empecé a trabajar todos los días sin descanso para aprovechar lo máximo y obviamente generar ingresos.
Al principio estuve en un cuarto compartido, en un barrio súper alejado y tenía que viaje como de 40 minutos todos los días. Hasta que me pude mudar al centro y ahí estaba a 10 minutos. Siempre digo que no es fácil pero tampoco imposible. No se puede pretender mucho al principio. Hay que empezar de abajo para subir: eso es lo qué haces cuando querés probar suerte en otro lado.
Ver esta publicación en InstagramUna publicación compartida de ????| euge-traveller (@eugevignolo) el 10 Nov, 2018 a las 5:36 PST
Esto me dio el beneficio de viajar por Europa, sacando pasajes baratos, y conocer nuevas ciudades. También conocí muchísima gente, tengo amigos por todo el mundo. Gracias a uno de ellos, también viví 4 meses en Escocia, la cual fue otra experiencia increíble.
Roma siempre será mi lugar pero es un caos: no se puede confiar ni en el bus pero, lamentablemente, amo ese caos. En cada esquina tenés algo: una fuente, un monumento, una iglesia, alguna ruina romana. Es increíble que después de 9 meses sigo encontrando cosas nuevas.
Lo malo diría que es cuando te das cuenta que te falta la familia, los amigos, las salidas con tus mejores amigas o un almuerzo familiar de domingo. ¡Sin hablar del dulce de leche o el asado! Si bien hoy en día la tecnología ayuda de una manera increíble, llega un momento que eso no es suficiente.
Camila, en Nueva York (EE.UU.)
Llegué a Nueva York hace casi 3 años por una oportunidad laboral que le surgió a mi marido. Hacía rato tenía en la cabeza la idea de vivir una experiencia en otro país, ver de qué se trata, qué es eso de ser expatriado, conocer gente nueva y muchas cosas más.
Jamás me hubiera imaginado vivir en una ciudad como Nueva York y, si bien la ciudad no es mi destino ideal, disfruto mucho cada día porque nunca se sabe cuándo terminará la aventura. Muchos me preguntan cómo hacer para venir a vivir acá y a todos les contesto lo mismo: no es un país fácil para mudarse, el tema de visas es muy complejo y muy limitado al mismo tiempo.
Ver esta publicación en InstagramUna publicación compartida de Cami ✈ Travel & Lifestyle (@thetravelvoice) el 11 Mar, 2019 a las 5:27 PDT
Mi recomendación es que se asesoren con un abogado de inmigración para ver qué visa es más conveniente, porque venir a trabajar con una visa laboral no es nada sencillo comparado con otros países, pero no imposible.
NY como toda ciudad tiene sus cosas buenas y sus cosas malas. No tiene grises, algunos la aman y otros la odian. Es cara, muy cara diría yo. Es sucia comparada a otras ciudades de Estados Unidos. El metro es antiguo y falla bastante seguido. Es muy ruidosa (aprendés a convivir con el sonido de ambulancias, bomberos y policía constante). Algo que caracteriza a la ciudad es que hay que hacer fila para todo y esperar (hay que hacer reserva anticipada para prácticamente todo).
Los neoyorquinos viven su propia realidad, viven apurados y no son tan simpáticos. Es una ciudad muy intensa y agotadora. En algunas zonas te la pasás esquivando gente para poder caminar por la vereda.
Pero, a su vez, tiene una oferta inagotable de cosas para hacer: desde museos, planes al aire libre y en interiores a gastronomía, moda, historia, finanzas, música, baile, universidades, etc. New York lo tiene todo. Siempre hay algo nuevo para conocer y explorar. La cantidad de idiomas diversos que se escuchan por la calle, de culturas, de nacionalidades, adultos, niños, jóvenes y ¡hasta perros! Tiene una belleza que la caracteriza en sus parques, su skyline, sus calles, sus barrios: todo eso es lo que hace a New York ser quien es.
Ser expatriada no es fácil, no sos de acá pero tampoco sos de allá. Si bien amo Argentina, cada vez que voy de visita me doy cuenta que ya no me siento la misma persona que se fue la primera vez.
Siendo expatriada descubrí muchas cosas: que vivir en el extranjero te ayuda a mejorar en un idioma; que uno aprende a estar en soledad; que la nueva cultura no es tan mala como creías; que empezás a ver a tu país de origen con ojos más de extranjero; que te sorprendes de tu capacidad de aprendizaje y adaptación y de resolución de problemas; que aprendés a no apegarte tanto a lo material; que empezás a valorar pequeños detalles de tu país que antes ni tenías en cuenta; que te das cuenta de lo fuerte que podes llegar a ser y que la gente que realmente te quiere estará ahí a pesar de la distancia.
Llegué a la conclusión que toda la experiencia te convierte en una nueva persona.
Mi consejo para todas aquellas mujeres que están por encarar un proyecto en el extranjero como expatriada es que traten de tener una rutina (es fundamental), mantenerte activa y ocupada y hacer planes o actividades sociales para conocer gente. Dejar la zona de confort no es fácil, pero con el tiempo te das cuenta que vale la pena.