Ubicado en el centro de Turquía existe un lugar casi único en el mundo (el otro parecido se encuentra en el estado de Oaxaca, México). Pamukkale se encuentra en una colina de 160 metros de altura que domina la llanura de Menderes. Desde tiempos lejanos es considerada una de las más grandes maravillas de la naturaleza y se la conoce también como “El castillo de Algodón.”
Cientos de viajeros de todo el mundo visitan este lugar año tras año para no solo para contemplar la inmensidad del lugar sino también para bañarse en sus aguas azules, a las que se les atribuyen propiedades curativas, gracias a su alta concentración de minerales (componentes que hicieron que se formaran estas famosas e impresionantes terrazas).
Hace miles de años aparecieron en este lugar las primeras fuentes termales que desde entonces no dejaron de emanar sus aguas ricas en creta, calcios y bicarbonatos. La caída lenta de estos materiales fueron conformando a lo largo de los siglos estas espectaculares piscinas naturales, que vistas de lejos, más bien parecen estas hechas de espumosa nieve o como su nombre indica, de suave algodón. El conjunto de piscinas naturales continúa hoy en día su lenta formación.
Las aguas transparentes y el paisaje blanco hacen que los mejores momentos para contemplar el lugar sean el amanecer y atardecer. Los colores van variando y hacen realmente mágico este hermoso rincón del mundo, patrimonio de la humanidad desde 1988.
Una vez en la cima te vas a asombrar una vez más, porque hay algo que no te esperabas: las ruinas de Hierápolis aparecen sobre una meseta verde que contrasta con el blanco de la montaña. Esta fue una ciudad de origen helenístico (180 a. C.) que pasó a ser romana, y que por su ubicación fue un importante punto de encuentro de muchas religiones. Fue reconstruida varias veces debido a terremotos.
Sin dudas un lugar que combina naturaleza, belleza, historia y mitología; obligado agregar a los primero puestos de tu lista de próximos destinos.