Un reciente informe respaldado por la ONU y presentado durante la COP16 en Arabia Saudita reveló un alarmante panorama: más del 75% de la superficie terrestre ha sufrido un proceso de aridez en las últimas tres décadas. Este fenómeno no solo altera ecosistemas completos, sino que también podría afectar hasta a 5 mil millones de personas para el año 2100, según la Convención de las Naciones Unidas de Lucha contra la Desertificación (CNULD).
Entre 1990 y 2020, se perdieron 4,3 millones de kilómetros cuadrados de tierras húmedas, una superficie equivalente a la mitad del tamaño de Australia. Estas áreas, esenciales para cultivos, pastos, y la biodiversidad, ahora enfrentan una transformación hacia la aridez, lo que implica menos lluvias y una mayor dificultad para mantener la vida.
Las zonas más afectadas incluyen regiones críticas como el oeste de Estados Unidos, la península de Yucatán, el noreste de Brasil, el noroeste de Argentina, el Mediterráneo, y áreas como el Sahel, Mongolia, el noreste de China y el sureste de Australia.
La desertificación amenaza directamente la seguridad alimentaria. Por ejemplo, el rendimiento del maíz en Kenia podría reducirse a la mitad para 2050 si las tendencias actuales persisten. En tierras secas, donde el 90% de las precipitaciones se evaporan y apenas el 10% beneficia a la vegetación, los desafíos son cada vez mayores.
A pesar de estos datos, Arabia Saudita y otros países han mostrado reticencia a abordar de lleno la crisis climática, identificada como el principal impulsor de la desertificación. Este silencio contrasta con la urgencia del problema, que exige esfuerzos globales para mitigar el impacto del cambio climático y frenar la pérdida de tierras fértiles.
El informe es un llamado a la acción para evitar que esta crisis se extienda, poniendo en peligro la vida de miles de millones y el futuro del planeta.