Roma es una de las ciudades más visitadas del mundo, se trata de uno de los epicentros culturales de Europa y uno de los espacios donde el nexo presente-pasado tiene un mayor peso. Más allá de los monumentos arquetípicos como es el caso del Panteón, el Coliseo o la Fontana di Trevi, encontramos otras zonas más desconocidas por el gran público, que escapan a la masificación pero no dejan de ser interesantes. Existen construcciones arquitectónicas que aún sobreviven a la voracidad turística y que no por eso dejan de convertirse en puntos importantes de la orografía romana.
Uno de estos espacios es la Domus Aurea, domicilio particular de uno de los personajes más polémicos de la historia del Imperio Romano: Nero Claudius Cæsar Augustus Germanicus, conocido popularmente como Nerón. Nacido en el año 37, fue el último emperador romano de la dinastía julio-claudia. La polémica de su historia radica en querer enfrentarse a los colectivos establecidos que querían limitar su poder. Nerón adoraba todo tipo de deportes y juegos, especialmente los dados, una actividad que practicaba en su palacio y que es una buena muestra de su personalidad poliédrica. Nos ha llegado una visión muy negativa de este personaje, un hombre que siempre quiso ir más allá de todos los que lo habían precedido. Siempre ha sido representado como modelo de mal dirigente, aunque la comunidad historiográfica lo califica como un buen gestor gracias a algunas medidas impulsadas para favorecer a las clases populares.
Bajo su mando Roma sufrió un grave incendio en 64, lo que destruyó buena parte de la ciudad. El emperador utilizó este pretexto para culpabilizar a sus rivales, quienes de rebote lo catalogaron como autor material de los hechos. De hecho, cuando las brasas de la ciudad aún estaban calientes, Nerón decidió reconstruir la ciudad usando un plan urbanístico muy particular en el que la reconstrucción empezaría por su propio domicilio: la Domus Aurea.
La residencia particular de Nerón ocupaba alrededor de 50 hectáreas entre las colinas del Palatino y el Esquilino. El emperador expropió parte del centro histórico para materializar su construcción, una casa espectacular que tenía que ser el reflejo de su idealizada grandeza. La residencia disponía de incrustaciones de oro, piedras preciosas y marfil e incluso presentaba un lago artificial y una estatua colosal del prínceps de 35 metros de altura. El mismo nombre ya deja entrever las aspiraciones grandilocuentes de la misma: Domus Aurea, la casa dorada. Suetonio, escritor latino de la época imperial y contemporáneo de Nerón, afirmó que el emperador había versado estas palabras al acceder a su complejo domiciliario: “¡Bien! Ahora por fin puedo empezar a vivir como un ser humano”. El año 104 otro incendio afectó la residencia y esta quedó altamente dañada.
La Domus Aurea ha sido cerrada al público en numerosas ocasiones, sobre todo por los problemas que presenta su conservación. En 1999 volvió a abrir las puertas y se ha ido abriendo y cerrando en relación a las obras de restauración que tienen lugar. Normalmente se encuentra abierta en períodos de fines de semana, y hay que tener presente que es un yacimiento arqueológico activo. Destacan sus pinturas y su catálogo pictórico, con representaciones de una belleza superlativa.
El yacimiento se encuentra muy cercano al Coliseo y es una visita accesible y recomendable si se quiere conocer la historia de Roma desde otro punto de vista, sobre todo gracias a la implementación de la Realidad Virtual, una herramienta que nos ayuda a visualizar cómo era el espacio en su máximo esplendor. Hay que destacar que su ambiente es húmedo a causa de su localización subterránea, por lo que es recomendable llevar calzado cómodo y ropa de abrigo por sus condiciones inherentes.