El Parque Nacional Los Alerces, con sus imponentes paisajes y su biodiversidad única, es el hogar de un bosque de alerces milenarios: entre ellos, aquí crece el «Lahuán», un árbol de más de 2600 años que se alza como un monumento viviente capaz de resistir firme al paso del tiempo. En este post te contamos cómo y por qué visitar este atractivo natural situado en el oeste de la provincia del Chubut.
En el corazón de la Patagonia argentina, a solo 42 kilómetros de la pintoresca ciudad de Esquel, se encuentra el Parque Nacional Los Alerces, un tesoro que ha sido declarado como Patrimonio Mundial Natural por la UNESCO y ofrece una experiencia mágica que vale la pena descubrir y disfrutar.
El parque, que abarca más de 259.000 hectáreas, es un refugio de biodiversidad. Los bosques patagónicos que lo conforman están habitados por especies como el coihue, el radal y el ciprés, además de animales autóctonos como el pudú, el gato huiña y el emblemático Huemul, Monumento Natural Nacional.
Cómo visitar el Alerce Milenario en el Parque Nacional Los Alerces
La travesía comienza en Esquel, una ciudad rodeada de montañas, lagunas y arroyos, conocida por su cálida hospitalidad y su conexión con la naturaleza y que, como comentamos antes, se encuentra a 42 km del área protegida. Desde aquí, se accede al Parque Nacional Los Alerces por la portada centro, una entrada que parece un umbral a otro mundo.
El viaje sugerido tiene una duración aproximada de poco más de media hora a través de la Ruta Provincial 71, recorriendo un camino serpenteante que va flanqueado por bosques de ñires, cipreses y maitenes, con la vista de las montañas cercanas que anuncian las maravillas que están por venir.
Ya sea caminando por los senderos, cruzando ríos cristalinos o navegando por lagos rodeados de montañas, cada instante en el Parque Nacional Los Alerces es una invitación a reconectar con lo esencial.
Las salidas se mantienen a lo largo de todo el año, siendo la época de mayor frecuencia el verano. Parten desde Puerto Chucao para navegar el Lago Menéndez. Existen dos empresas que ofrecen este servicio: para los interesados en visitarlo se sugiere consultar por frecuencias y sacar los boletos con anticipación.
Y al final del día, al regresar a la calidez de Esquel, el viajero lleva consigo no sólo recuerdos, sino también un renovado compromiso con la preservación de este patrimonio invaluable.
A medida que el viaje avanza, los sentidos se agudizan para captar cada detalle de este ecosistema protegido, donde la intervención humana es mínima y la naturaleza sigue su curso en todo su esplendor.
El «Lahuán»: testigo milenario del tiempo
Al llegar al Alerce Milenario, se presenta como un verdadero coloso de la naturaleza. Con más de 2600 años, 57 metros de altura y un tronco de 2,8 metros de diámetro, este árbol es una reliquia viva de la historia natural. Los pueblos originarios lo llamaban «el abuelo«, en reconocimiento a su longevidad y sabiduría.
Estar frente a este monumento natural es una experiencia profundamente emocional ya que su tronco rojizo y su corteza cuentan la historia de siglos de resistencia en un entorno donde el clima puede ser desafiante. Creciendo apenas un milímetro al año, el «Lahuán» es un recordatorio del poder de la paciencia y la resiliencia.
Presentando la misma altura que el Obelisco de Buenos Aires, se trata de un ejemplar verdaderamente inmenso, tanto así que las fotografías no logran capturar la magnitud de esta experiencia que va más allá de lo visual para convertirse en un encuentro íntimo con la naturaleza.
El Alerce Milenario no solo es un atractivo turístico, sino también un símbolo de la importancia de la conservación: este árbol, junto con el bosque que lo rodea, representa un ecosistema único que debe ser protegido para las futuras generaciones. El Parque Nacional Los Alerces es un modelo de cómo la interacción humana puede minimizarse para permitir que la naturaleza prospere en su estado más puro.
Qué ver en el Parque Nacional Los Alerces
Para quienes tienen la suerte de visitar este rincón del mundo, el recorrido no es solo una excursión, sino una lección de humildad y admiración por el mundo natural. Así, cada vista, cada sonido y cada momento en el parque queda grabado en la memoria como un testimonio de la riqueza natural de la Patagonia.
El Parque Nacional Los Alerces reúne varios atractivos imperdibles para descubrir durante una visita. A continuación te contamos cuáles son.
Río Arrayanes y Puerto Chucao: belleza serena y aventuras
Uno de los puntos más destacados del recorrido es el cruce del Río Arrayanes por un puente peatonal que parece suspendido entre la vegetación. Desde esta pasarela colgante, se pueden observar truchas en las aguas cristalinas, un espectáculo que encanta tanto a los más pequeños como a los adultos. El río, con su suave murmullo, es un escenario perfecto para la fotografía, mientras los rayos del sol atraviesan las ramas y crean juegos de luz en la superficie del agua.
En este tramo del camino y luego de cruzar la pasarela del río Arrayanes, se inicia el recorrido por el sendero del “Lahuan Solitario». Durante este trayecto se activan los sentidos, con los aromas del bosque y el sonido del Río Menéndez que va cambiando su caudal pasando de las aguas serenas a los agitados rápidos. También es habitual sorprenderse con el canto característico del chucao que suele acompañar las caminatas.
Este sendero cuenta con cartelería y es el paso obligado para llegar a Puerto Chucao para embarcar.
Lago Menéndez y Glaciar Torrecillas
Desde Puerto Chucao, la experiencia se transforma en una travesía lacustre que recorre las aguas del Lago Menéndez, con vistas que parecen sacadas de una pintura. Mientras la embarcación avanza, el paisaje se despliega con una majestuosidad que nos deja sin aliento. Desde el exterior de la embarcación se puede sentir el aire fresco y observar las estelas que genera la embarcación al desplazarse.
En el trayecto y tras las maniobras del capitán se bordea la isla, para obtener la mejor vista de la pared frontal del Glaciar Torrecillas. El color entre blanco y azulado se deja admirar y fotografiar en un intento de capturar la magnitud de esta experiencia que va más allá de lo visual para convertirse en un encuentro íntimo con la naturaleza.
En el último tramo de navegación los visitantes suelen quedarse en silencio, abrumados por la sensación de pequeñez que produce la tranquilidad del lago, lejos del ruido y envueltos en la pureza infinita de este sitio tan prístino del parque nacional.
Puerto Sagrario y Lago Cisne
Al desembarcar se inicia un sendero en plena selva Valdiviana, durante el recorrido se aprecia la abundante vegetación identificando detalles sorprendentes. Colores, formas y aromas acompañan cada momento de la caminata, realizando diferentes paradas para seguir aprendiendo y contando con los tiempos necesarios para grabar cada instante de esta experiencia.
Caminando por las cómodas pasarelas entre grandes coihues, cipreses, helechos y lianas se llega al Lago Cisne, con sus aguas puras y un impecable color esmeralda. El momento es mágico y todos desean llevarse esa imagen para siempre. A partir de ese aquí el lago se encauza entre las rocas y una corta distancia sortea la diferencia de altura y se forman los rápidos del Cisne.
En este tramo del sendero ya son visibles los alerces que tímidamente comienzan a verse en el lugar, con la observación y las explicaciones del guía se aprende a identificarlos por su forma y suave corteza.