La escena es tan triste como frecuente. Un ocelote —uno de los felinos silvestres más representativos de la región— yacía inmóvil sobre el asfalto caliente de la Ruta Nacional N°12, en pleno corazón del Parque Nacional Iguazú. La selva misionera, uno de los ecosistemas más ricos y biodiversos de Sudamérica, pierde así otra de sus joyas naturales, víctima de un problema que se repite sin cesar: los atropellos de fauna silvestre.
El incidente ocurrió en las últimas horas y rápidamente se viralizó en redes sociales, generando una ola de indignación y tristeza entre organizaciones ambientalistas, autoridades locales y vecinos de la zona. Pero, más allá del impacto inmediato, el hecho no es aislado: se estima que solo en el norte de Misiones más de 5.000 animales silvestres mueren atropellados cada año. La cifra es escalofriante, y representa una amenaza directa para especies vulnerables o en peligro de extinción.
Según medios locales, el cuerpo del animal fue encontrado tendido a la orilla de la Ruta Nacional Nº 12. El accidente ocurrió en el tramo de la ruta donde hay bosques a ambos lados, entre el Parque Nacional Iguazú y la reserva de Puerto Península.
Hablando con el canal. CVI, desde Puerto Iguazú, el director de la organización Guía de Oga, quien habitualmente trata animales atropellados, lamentó el hecho. Según Jorge Anfuso, las medidas adoptadas actualmente en Argentina no están surtiendo ningún efecto.
A pesar del problema de la velocidad y las campañas de concienciación que realizamos, la gente no la respeta. No respetan la velocidad, no respetan nada. Siguen muriendo animales, dijo.
«Tenemos que actuar con firmeza. De lo contrario, esto seguirá ocurriendo a diario», dijo Anfuso. Según el director, en las rutas argentinas cercanas a Puerto Iguazú se producen en promedio entre dos y tres atropellos diarios de animales salvajes.
Una ruta peligrosa en un entorno único
La Ruta Nacional N°12, que conecta importantes ciudades del noreste argentino y es uno de los accesos principales a las Cataratas del Iguazú, atraviesa zonas de altísima biodiversidad, incluyendo áreas protegidas como el Parque Nacional Iguazú. Su tránsito intenso —tanto turístico como de carga—, sumado a la escasa conciencia ambiental de muchos conductores, convierte a esta vía en una trampa mortal para la fauna.

A pesar de que hay señalización visible indicando la presencia de animales silvestres y de que la velocidad máxima está claramente regulada en los tramos dentro del parque y sus zonas de amortiguamiento, los excesos de velocidad son frecuentes. La combinación de velocidad, imprudencia y falta de respeto por las normas transforma una herramienta de desarrollo en una amenaza para el equilibrio ecológico.
El caso del ocelote muerto esta semana no es el primero, ni será el último si no se toman medidas más contundentes. En años anteriores, han sido reportados casos de atropellos de yaguaretés, tapires, osos meleros, serpientes, armadillos y una gran variedad de aves y mamíferos menores. Muchas de estas especies cumplen roles ecológicos vitales, como la dispersión de semillas, el control de plagas o el mantenimiento de los equilibrios tróficos.
El ocelote: un felino en peligro
El ocelote (Leopardus pardalis), también conocido como gato onza, es una especie de felino silvestre de tamaño mediano que habita en selvas y bosques de América Central y del Sur. En Argentina, su presencia se limita prácticamente a la región de la selva misionera, donde encuentra su hábitat ideal entre la densa vegetación y los abundantes cursos de agua.

Aunque no está clasificado como “en peligro crítico” como el yaguareté, el ocelote es considerado una especie vulnerable debido a la pérdida de hábitat, la fragmentación de los ecosistemas y, cada vez más, la mortalidad por atropellos. La muerte de cada ejemplar adulto implica no solo la pérdida de un individuo, sino también una posible afectación a la dinámica reproductiva de la especie.
Además, los ocelotes son animales territoriales, solitarios y de movimientos nocturnos. Esto significa que suelen cruzar caminos y rutas en horas de poca visibilidad, lo que los expone aún más al peligro del tránsito vehicular.
El impacto invisible de las rutas
El impacto de una ruta que atraviesa un ecosistema natural va mucho más allá de los atropellos visibles. Las vías de comunicación actúan como barreras físicas para la fauna, dividen territorios, interrumpen corredores biológicos y dificultan la reproducción y el acceso a recursos como alimento y agua. Los animales que sobreviven los cruces pueden verse obligados a modificar sus rutas naturales, lo que altera sus hábitos y aumenta su vulnerabilidad.
Según estudios realizados por biólogos y ecólogos en Misiones, muchas especies evitan acercarse a zonas cercanas a rutas transitadas, lo que reduce drásticamente su espacio vital y sus posibilidades de supervivencia. En otros casos, los animales se ven atraídos por los bordes de las carreteras, donde pueden encontrar restos de comida o animales muertos, lo que incrementa el riesgo de colisiones.
El efecto acumulativo de estos factores pone en jaque la conservación de un ecosistema ya presionado por el crecimiento urbano, la expansión agrícola y la deforestación. En este contexto, la muerte de un ocelote representa la punta del iceberg de un problema estructural.
¿Qué se está haciendo?
En los últimos años, se han implementado algunas medidas para mitigar el problema. Por ejemplo, se han instalado pasos de fauna —estructuras subterráneas o elevados que permiten a los animales cruzar de forma segura— en algunos tramos críticos. También se ha mejorado la señalización vial y se han lanzado campañas de concienciación para alertar a los conductores.
Sin embargo, la efectividad de estas medidas es limitada si no van acompañadas de controles efectivos y de un cambio cultural profundo en el comportamiento de los conductores. La presencia policial en las rutas es escasa, y los radares instalados no siempre están operativos. Además, muchos visitantes desconocen la fragilidad del ecosistema que atraviesan y no perciben el daño que puede causar el simple acto de pisar el acelerador más allá del límite permitido.
Organizaciones como Fundación Vida Silvestre, Red Yaguareté y Aves Argentinas insisten en la necesidad de reforzar el trabajo conjunto entre autoridades nacionales, provinciales, parques nacionales y sociedad civil. También proponen medidas como el rediseño de tramos de ruta especialmente peligrosos, la instalación de lomos de burro, iluminación estratégica, cámaras de vigilancia y campañas educativas permanentes.
La importancia de la educación ambiental
Más allá de las soluciones técnicas, muchos expertos coinciden en que la clave está en la educación ambiental, especialmente dirigida a los conductores. Comprender que cada especie silvestre tiene un valor intrínseco, que la selva no es solo un decorado turístico y que la biodiversidad no se recupera una vez perdida, es fundamental para lograr un cambio real.
En ese sentido, las escuelas de la zona, los centros turísticos y los medios de comunicación tienen un rol clave. Crear conciencia desde temprana edad, destacar la belleza y fragilidad del entorno y fomentar el respeto por las normas viales pueden ser herramientas tan poderosas como los controles policiales o las sanciones.

Un llamado a la acción
La muerte del ocelote sobre la Ruta 12 no debe ser vista como una simple anécdota trágica o una curiosidad de las redes sociales. Es una señal de alarma. Una advertencia sobre cómo el progreso mal gestionado puede tener consecuencias devastadoras para la naturaleza.
El Parque Nacional Iguazú es Patrimonio Mundial de la Humanidad. Sus bosques albergan especies únicas, muchas de las cuales no existen en ningún otro lugar del planeta. Proteger esa riqueza no es solo responsabilidad de guardaparques o ambientalistas, sino de todos. Conducir con precaución, respetar las normas, exigir políticas públicas efectivas y comprometernos con el entorno son pasos sencillos pero cruciales.
Cada animal que muere en la ruta es una vida que se pierde, una función ecológica que se interrumpe, un mensaje que nos advierte que, si no cambiamos el rumbo, será la selva la próxima víctima.c