La particular historia en el Puente de Carlos en Praga: una escultura a la que la «buena suerte» hace brillar distinto

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En Japón está la famosa estatua del perro Hachikō, pero existe otro perro muy querido en otra parte del mundo que quizá sea menos conocido. Aunque, a juzgar por las fotos, que no se trate de una historia muy popular no quiere decir que, una vez frente a los ojos de cualquier viajero, la emoción no termine por expandir el sentimiento hacia su historia.

Los turistas que recorran el puente de Carlos en Praga se encontrarán con un cachorro legendario enmarcado en un relieve de bronce en la base de una estatua de San Juan Nepomuceno. En dicho relieve, un caballero aparece en primer plano acariciando suavemente a un leal sabueso. El perro es tan querido por los transeúntes que brilla como oro ya que todo el que pasa por allí lo acaricia, marcando así una diferencia considerable en el tono y color con el resto de la obra.

La historia detrás de esta adorable tradición tiene como protagonista a la Praga del siglo XIV y al puente en particular. El puente de Carlos cruza el río Moldava en Praga, en la República Checa. Este puente medieval de piedra fue construido entre 1357 y 1402 por orden del rey Carlos IV de Bohemia, quien también fue emperador del Sacro Imperio Romano Germánico. Su hijo, el rey Wenceslao IV de Bohemia, continuó posteriormente el proyecto de construcción.

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La particular historia en el Puente de Carlos en Praga

Actualmente, el imponente puente sigue en pie y está decorado con estatuas añadidas durante los siglos XVII y XVIII. Como conecta la Ciudad Vieja y el castillo de Praga, el puente es una visita imperdible para los turistas por lo que la anécdota canina que allí se destaca es más que concurrida entre visitantes de una punta y otra del planisferio. Se trata justamente de la más antigua de las estatuas de bronce que allí se levantan. Data de 1683 y está ubicada sobre un pedestal en el que se encuentra una representación del santo católico medieval conocido como san Juan Nepomuceno.

El mencionado sacerdote vivió entre 1345 y 1393, una época que coincidió con la construcción del puente. Según su hagiografía (la vida de un santo), Juan Nepomuceno fue confesor de la reina de Bohemia, trabajo que fue la perdición del pobre san Juan. Cuando el rey, enfadado y celoso, exigió conocer el contenido de la confesión de su esposa, san Juan Nepomuceno se negó a divulgarlo. El rey, probablemente Wenceslao IV, tomó represalias arrojando al obstinado clérigo al río Moldava para que se ahogara.

Aunque no fue beatificado ni canonizado hasta el siglo XVIII, parece que Juan Nepomuceno fue rápidamente venerado como un mártir del sagrado secreto de confesión. También llegó a ser venerado como símbolo de la resistencia de la Iglesia a la invasión de los estados monárquicos. ¿Cómo entra en esa historia la puesta en valor sobre el mismo puente de Carlos? Poco antes de convertirse oficialmente en santo, Juan Nepomuceno fue conmemorado en el puente con una estatua que presenta una corona de cinco estrellas, una palma (símbolo del martirio) y una cruz.

A juzgar por las imágenes, es posible identificar debajo de su figura dos placas de bronce que se han vuelto verdes por la edad y la exposición a los elementos. Una de ellas muestra la escena de su martirio. La leyenda dice que tocar al sacerdote que cae—e incluso a la reina en el puente— es de buena suerte. Al igual que estos dos elementos, un perro representado de forma prominente en el otro panel también ha sido frotado hasta alcanzar un brillo dorado.

La particular historia en el Puente de Carlos en Praga: una escultura a la que la "buena suerte" hace brillar distinto
Una escultura a la que la «buena suerte» hace brillar distinto
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En la imagen en la que aparecen un caballero y un perro aún no está del todo claro por qué aparece el cachorro, ya que no se mencionan “buenos chicos” en la vida del santo. Los expertos en las leyendas del puente especulan con que el caballero y el perro pueden representar la lealtad y el deber, dos cualidades que el sacerdote poseía y en su momento le destacaron.

Curiosamente, las fotografías antiguas no muestran que el perro brillara por ser acariciado constantemente. Esto sugiere que acariciarlo se volvió algo popular del siglo XX, a pesar de la antigüedad de la estatua. Si en algún momento de la vida arribas a Praga, no dudes en visitar el puente de Carlos y acercarte a admirar esta emocionante historia.

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