Con papa, pasa de uva, aceituna… Lo que sea. No podemos negar que la empanada es tan argentina como variada. Y que también conquista corazones y estómagos internacionales. Es así que la periodista, Anna Mazurek, quien compartió una columna en el medio estadounidense San Diego Union Tribune donde destaca su amor por las empanadas argentinas y por la ciudad de Buenos Aires en general donde la empanada «picachu» es la protagonista de la historia.
En su columna, la periodista además de describir el restaurante, lo señala como su favorito alegando su felicidad de poder volver al lugar después de la pandemia.
“Había cola cuando llegamos a La Cocina. Las paredes amarillas estaban cubiertas con carteles de los Beatles y la fecha 1977, año en que abrió el restaurante de empanadas de Buenos Aires. Señalé el menú de la pizarra y le sugerí el picachu, un pastel relleno de cebolla y queso con hojuelas de pimiento rojo, a mi amigo Rolando. Fue su primer viaje a Sudamérica y mi primera visita de regreso a la capital argentina desde que comenzó la pandemia. Sonreí cuando ocupamos la última mesa libre en la acera, agradecida de que mi tienda de empanadas favorita hubiera sobrevivido.”
La Cocina, una famosa casa de empanadas ubicada en Barrio Norte, se llevó el corazón de la periodista con su especialidad: la empanada picachu de cebolla y queso.
“Nuestros pedidos llegaban en placas de metal plateado, y cada masa horneada tenía una forma o un plegado diferente para indicar el relleno en particular. El picachu era redondo, a diferencia de la forma habitual de media luna, y tan delicioso como lo recordaba”
El restaurante se encuentra ubicada en Barrio Norte, sobre la calle Florida al 142 1005 y abre todos los días desde las 11 hasta las 16 y de 18 a 23.
La periodista estadounidense se declara fanática de la Ciudad de Buenos Aires y subraya que se trata de su ciudad favorita, tanto que luego de la pandemia, cuando la Argentina abrió nuevamente sus fronteras al turismo internacional; alquiló un departamento en CABA durante unos meses para explorar cómo había quedado la ciudad luego del confinamiento.
“Desde los elegantes rascacielos del revitalizado puerto de Puerto Madero hasta los modernos bares de vinos de Palermo, cada parte de la ciudad tenía un encanto auténtico, al igual que la gente. Mientras observaba alejarse al taxi del aeropuerto de Rolando, agradecí que me quedaran dos meses en mi visa para pasarlos paseando por los parques, bebiendo vino y enamorándome más de Buenos Aires. Como el tango, la ciudad siempre te tiene en un estrecho abrazo que es casi imposible de romper”.
