Lo que me gustó y lo que no me gustó de Angkor Wat

Foto by nalinandworld
Redactor
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Camboya es un país que está, al igual que Tailandia, en el sudeste asiático, rodeado por Vietnam, Laos, Tailandia, y el mar del golfo de Tailandia hacia el sur.

Me gustó ver que en sus calles sobreabunda la amabilidad, más que en algunos de sus países vecinos (acostumbrados a recibir turistas desde hace tiempo).

Se puede ingresar por avión a través de Seam Reap y Phnom Penh.  Por tierra, hay varias fronteras, las más comunes son las que conducen a Bangkok (oeste) y Ho Chi Minh (este).

Para ingresar al país se necesita un visado, que se tramita al momento de arribo al país.

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Seam Reap es la ciudad más visitada, ya que desde ahí se va a las Ruinas de Angkor, famosas a nivel mundial y patrimonio de la humanidad.

No me gustó la combinación y escalas que tuve que hacer para llegar en bus desde Tailandia, que con el fin de ahorrar un poco de dinero (muy poco) terminó agotándome.  A veces, asesorarse bien en alguna agencia de viajes local te puede ahorrar muchos dolores de cabeza!

La moneda local es el Riel pero también aceptan dólares en todas partes.  La cerveza cuesta 0,50 usd, mientras que una botella de agua te puede costar hasta usd 1,50. Mundo loco si los hay!

Siguiendo la línea backpacker, un plato de comida, que puede ser, por ejemplo, arroz con pollo, puede costar desde usd 2-3, mientras que dormir puede estar desde usd 5 la noche (habitación compartida).

Me encantó que cuando fui no había tantos turistas, porque era época de lluvias. Lo malo de eso es que hay que llevar paraguas a todas partes, ya que en cualquier momento te puede agarrar un chaparrón fatal.  En diciembre y enero es cuando menos llueve, pero también cuando más gente hay.  En junio y julio se siente muy fuerte el monzón; tal vez entre septiembre y noviembre sea una buena época para tratar de combinar buen clima y poca gente.  En noviembre puedes hacer coincidir tus fechas con la fiesta local  “Bon Om Tuk”.

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Las ruinas de Angkor me fascinaron. Son un conjunto de templos y construcciones (cientos) esparcidos en una superficie enorme, que formaban una ciudad hace unos mil años.

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Entre ellos se destacan unos 10 o 20, y entre éstos se destaca uno, que se llama Angkor Wat, que es el templo más imponente de todos.

En tres días se puede dar un pantallazo a lo más conocido del complejo (puedes estar mucho más si te interesa la antropología e historia), y pienso que lo mejor que puedes hacer es organizar un circuito con el conductor de algún “tuc tuc” para que los lleve a los puntos principales.

Me gustó la facilidad conque esto se puede organizar.

Lo que te sugiero imperiosamente, es que contrates un guía local.  Si bien las ruinas son increíbles en sí mismas por sus enmarañadas y misteriosas estructuras, lo que puede aportarte un guía puede hacer un mundo de diferencia.

Las ruinas aún conservan muchísimas estructuras a escuadra, como si hubiera sido construido con la tecnología del siglo 20.

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Galerías, patios, torres, puentes, recintos, pasillos, escaleras, fuentes, piletas…. es impresionante.

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Y están bastante enteros.

Los árboles son testigos de su historia, y parte de su presente.

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Angkor Wat, el principal templo de todo el complejo, fue un regalo del Rey al dios Vishnu (hindú).

Mientras que íbamos caminando por el templo, tratando de gambetear a los grupos de turistas (usurpadores de la inspiración que trae la soledad en un lugar así), nos imaginábamos  qué tipo de historias mínimas conformarían la rutina diaria en aquella época. Esas cosas de las que pasan también hoy en día: rollos amorosos, peleas, infusiones camboyanas en la galería, estimulantes, guerra, paz. Melodrama.

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Voy caminando, esquivando charcos y respirando el olor a humedad vieja, y en un recinto oscuro veo a un par de monjes con sahumerios, y a mi amigo sonriendo, saludando a una estatuilla de Buda.

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Otro amigo recorre la parte de atrás de algún templo.

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Desde mi punto de vista, lo importante es tratar de conectar con el lugar, observar, callar, aprender. Vas a encontrar tu momento, tu espacio. Y una vez que lo hayas disfrutado, recién ahí, toma la foto. No me gustó haber estado tan pendiente en sacar fotografías, a cada paso, cosa que me di cuenta recién a lo último, y paradójicamente recién ahí pude inmortalizar momentos visuales!

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Si tienes algunos días más para disfrutar en Camboya, puedes ir en bus a Phnom Phen, ciudad capital. Te dejará un sabor agridulce, ya que exponen la verdad de un lado muy oscuro en su historia.

Entre 1975 y 1979, los Jémeres Rojos, comandados por el líder «comunista» Polpot (si es que se puede llamar comunista), tomaron el poder.

En menos de 4 años fueron asesinados y desaparecieron más de 2 millones de camboyanos, en el marco de una población de 8 millones de personas (osea, 1 cada 4).

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Después de que la dictadura fue derrocada, el país pasó por distintas formas de gobierno, hasta finalizar en una monarquía constitucional que es la que rige hoy día.

Definitivamente, un lugar para volver !

 

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