Rompiendo mitos: viajar no nos garantiza ser mejores personas o más felices; y acá está la explicación

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La palabra “viaje” proviene del catalán viatge, que a su vez deriva del latín viaticum: ‘provisiones para el viaje’, ‘dinero para el viaje’. Ahora bien, los viajes tienen múltiples significados y usos en la literatura y la mitología, pero principalmente aparecen como la búsqueda de un polo espiritual o vital; como iniciación (de una nueva vida, por ejemplo) o como exilio o fuga. 

¿Qué es lo común a todas esas variantes?

Sacar el cuerpo de cierto contexto familiar o habitual para ponerlo en otra parte. Y ya sea que ese cuerpo retorne o no, al parecer no será el mismo, pues tendrá efectos que repercuten en la subjetividad. No obstante, se podría decir que hay viajes sin viajar (desde esos viajes “mentales” que pueden dispararse por meditación, terapia, reiki, baile, etc., hasta aquellos que son producidos por una sentida charla con alguien o al escuchar determinada música, por ejemplo)  que producen efectos en la subjetividad, marcando un antes y un después.

Es decir, viajar no garantiza ninguna “revelación espiritual” en sí mismo, ni nos hace mejores personas o más felices. Pero tampoco desmiente la posibilidad de que alguien encuentre en el hecho de viajar, la realización de su deseo. Lo que se intenta subrayar es que no hay que consumir los bienes-deseos que se nos imponen desde cierta lógica de mercado: “VIAJE YA!,/ VIAJE MÁS!”, ni tampoco importar deseos impuestos /mostrados por determinados sectores que no casualmente suelen tener más facilidades al momento de disponer los viaticum para viajar: no sólo dinero, sino también cierto Saber, cierto acceso a la tecnología, cierta visa y cierta documentación, etc. 

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Viaja quien puede. Y bajo el slogan de que aún sin dinero “el que quiere, puede”, se obtura e invisiviliza que no será  lo mismo emprender un viaje – o hacer un intercambio, o hacer dedo en la ruta- para una mujer, para un neozelandés, para un joven rubicundo, o para un adulto mayor.

Ante la eventualidad de sentir cierto malestar con el actual desarrollo de la propia existencia, lanzarse a recorrer el mundo dejando la “rutina” atrás, no es una solución generalizable: en todo caso, se trata más bien de una apuesta que deberá ser comandada desde el propio deseo, y no por importación.

Por otra parte, ¿quién asegura que lo novedoso, lo diferente, trae efectos de satisfacción/felicidad?

Es una relación forzosa, y de nuevo, no generalizable.

Puede haber satisfacción en lo predecible, habitual, y rutinario. Incluso, lo que en principio aparece como nuevo, luego será introducido en estructuras conocidas (pues si estuviéramos expuestos continuamente a lo inesperado y lo novedoso, sería psíco-afectivamente estresante y disruptivo) pero no por eso producirán desgano o miseria.

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En uno de sus Seminarios, Lacan advierte el riesgo de la búsqueda del bienestar individual a través delo que él llama «la administración de los asuntos, de los bienes». Se trata de una crítica a la perspectiva utilitarista, en la cual contrapone dos campos: el de la administración de los bienes (lo que concierne a las comunidades aburguesadas), y el del ámbito del deseo.


La lógica que rige el ámbito de los bienes es la lógica del capitalismo, que consiste no tanto en conservar sino en incrementar los bienes; lo que Lacan nos dice es que la relación exclusiva con los bienes, amputa la relación con el deseo subjetivo.
Lo que Lacan vio en esos años fue la realización o totalización de la vida en la esfera de los bienes, el liberalismo salvaje que llega hasta una política de extinción del propio deseo.


Hay que desengancharse de la ética de los bienes (la misma que nos dice que después del Iphone 5, hay que comprar el 6, y luego el 7…o que hay que viajar más porque aumenta la dopamina y eso nos hace feliz), para introducirse en la vía del deseo. El propio.

Así, el Buen Viajar será el que se funda  en la decisión de un sujeto responsable con la ética-de-su-propio- deseo.

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