Conoce la ruta del Vino de Arribes, el paraíso de los cañones y viñedos

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Entre las provincias de Salamanca y Zamora, justo en la frontera con Portugal, podemos encontrar la famosa Ruta del Vino de Arribes. Una zona que tal vez sea un poco conocida que merece mucho la pena descubrir. Realmente es considerado un plan perfecto para esta primavera para aquellos que quieran realizar catas, visitar bodegas, contemplar el trabajo de los artesanos o disfrutar de la gastronomía local, todo ello rodeado de un sobrecogedor paisaje de esos que no se olvidan.

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Pendientes escarpadas a ambos lados de los ríos Duero y Tormes y 150 kilómetros de cañones y cascadas componen el entorno privilegiado de la Ruta del Vino Arribes, un oasis natural alejado de los núcleos urbanos, en los confines de Castilla y León con vistas al país vecino, donde el contraste con la penillanura ha generado un microclima ideal para el cultivo de viñedos.

Nos encontramos en el Parque Natural Arribes del Duero y en la Reserva de la Biosfera Meseta Ibérica, un lugar que ha recibido estas dos figuras de protección por su enorme riqueza medioambiental. Sus valles, con temperaturas suaves, dan vida a una amplia vegetación de características típicamente mediterráneas, especies –muchas de ellas protegidas– de un gran valor ornitológico y piscícola, así como una gran abundancia de mamíferos y reptiles.

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Hay más de cuarenta artesanos que son socios de la Ruta y cada uno de ellos ofrece diferentes perspectivas de la región: arquitectura, cultura, historia, gastronomía, naturaleza… Muchos de ellos trabajan poniendo en valor recursos y productos locales como la vid, el olivo, el queso, la mermelada o los embutidos, entre otras delicatessen que no se deben dejar de probar.

Una de las actividades más destacadas de la Ruta del Vino Arribes es la visita a algunas de las nueve bodegas que la componen y a sus viñedos centenarios, donde crecen variedades de uva tan desconocidas como interesantes: las tintas Juan García, Bruñal, Bastardo, Mandón, Tinto Jeromo o Gajo Arroba y la blanca Puesta en Cruz. La región cuenta con una larga tradición vitivinícola que se remonta a la época romana, y que ha sido transmitida de generación en generación.

Se trata de un territorio sumamente empinado y, por lo tanto, difícil de trabajar; por eso desde tiempos remotos ha sido necesario la construcción de bancales o terrazas con el fin de contener la tierra, nivelar el espacio y poder plantar la vid, lo que le confiere al paisaje una gran personalidad.

Las bodegas de la región son conocidas por su arquitectura tradicional y su ambiente acogedor. Los visitantes tienen la oportunidad de recorrer las instalaciones y conocer el proceso de elaboración del vino, desde la vendimia hasta el embotellado. Además, pueden degustar diferentes variedades y aprender a apreciar sus matices y sabores a través de las catas. Esta zona presenta numerosas peculiaridades que hacen su vino muy diferente al de otras latitudes.

Aparte de conocer sus bodegas, son muchas más las experiencias que podemos vivir en La Ruta del Vino de Arribes. Desde realizar senderismo o un crucero fluvial (sin duda una de las actividades más recomendables), hasta apuntarnos a un taller de alfarería o a una cata de aceite de oliva, pasando por entregarnos al placer de la cocina típica en sus numerosos restaurantes o relajarnos en sus encantadoras casas rurales tradicionales. Las opciones son infinitas y la visita jamás defrauda.

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