De fenómeno a pesadilla: ¿Por qué Zoom se ha convertido en nuestro mejor amigo y peor enemigo al mismo tiempo?

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Sin importar ubicación geográfica, ya gran parte del mundo lleva más de un mes de confinamiento obligatorio. Algunos destinos se encuentran en transición hacia una lenta recuperación de sus actividades rutinarias; otros, continúan en su fase más crítica de la pandemia.

Por lo que, sin importar ubicación geográfica, gran parte de la población ha sufrido alteraciones en sus prácticas cotidianas. La imposibilidad de salir al encuentro con pares, sean compañeros de trabajo, de escuela, de universidad, amigos o familiares, es una de ellas.

Pero lo cierto es que desde un primer momento, si bien la idea de permanecer exclusivamente en nuestros hogares casi por tiempo indefinido (considerando que no suele haber exactitud para hablar de procesos de pandemia) nos parecía algo imposible de hacer, con el correr de los días se transformó en algo a lo que comenzamos a abrazar.

Ojo, eso no significa que nos resulte cómodo las 24 horas del día. Pero estoy segura que, quien debía viajar varios minutos por la mañana para llegar a su trabajo, hoy disfruta de aprovechar ese tiempo para sumar horas de sueño. O quien debía cumplir presencialmente con un uniforme especial, hoy puede sentirse cómodo desde su casa con la vestimenta que se le antoje. Estos casos considerando que pueden corresponder a su trabajo o profesión desde su casa de igual manera, claro está.

Pero lo cierto también es que, tal como ha quitado algunas responsabilidades y obligaciones, ha sumado otras. El hecho de ya no tener un espacio de trabajo en común donde se realizan observaciones acerca de las tareas realizadas es un factor que ha influido mucho en la irrupción de la rutina y del mundo tal como acostumbrábamos a principios de este 2020.

Tal es así que, como si se tratara de equilibrar la pata de una mesa, se han puesto al servicio múltiples plataformas para dar continuidad a la lógica de trabajo en equipo y no perder la instantaneidad del mismo. Entre ellas, la más destacada es Zoom.

Zoom Video es un sistema de videoconferencia o de reuniones virtuales, accesible desde computadoras tradicionales y desde aparatos móviles, y se ha convertido en protagonista estrella de esta cuarentena al posibilitar el contacto de varias personas en vivo.

Claro que, así como se multiplican los beneficios en cuanto a vínculos familiares o de amigos, también se demanda la presencia ante vínculos laborales o por ejemplo para actividades pedagógicas escolares y/o universitarias. Y, como en todo, lo que uno hace por placer se disfruta; lo que es impuesto, en cambio, no.

«Estar en una videollamada requiere más atención que un chat cara a cara… Nuestras mentes están juntas cuando nuestros cuerpos sienten que no lo estamos. Esa disonancia, que hace que las personas tengan sentimientos encontrados, es agotadora. No puedes relajarte en la conversación de forma natural”, dice Gianpiero Petriglieri, profesor asociado de Insead, que explora el aprendizaje sostenible y el desarrollo en el lugar de trabajo, consultado por BBC Worklife.

Así, el especialista advierte que los videochats significan que debemos trabajar más para procesar las señales no verbales como las expresiones faciales, el tono y el tono de la voz y el lenguaje corporal. Y, posiblemente, prestar más atención a estos nos consume mucha energía.

Por otra parte, Marissa Shuffler, profesora asociada de la Universidad de Clemson que estudia el bienestar en el lugar de trabajo ha indicado la incidencia de la percepción sobre la exposición que tienen las personas: “Cuando estás en una video conferencia, sabes que todos te están mirando; estás en el escenario, así que viene la presión social y la sensación de que necesitas actuar. Ser performativo es estresante y más estresante». «.

Además, se pone en juego la pose que cada uno refleja, ya que estas herramientas de video conferencia permiten a las personas poder observarse en pantalla. Sin dudas, es un punto a tener en cuenta ya que cada individuo se está sometiendo a una presión por juzgarse cómo se comportan estando frente a la cámara.

Mientras creímos que algunas de nuestras obligaciones quedaban canceladas con la aparición de medidas como el aislamiento obligatorio, surgen otras que nos recuerdan que estar activos sigue a la orden del día. Esto, según Petriglieri podría ser un factor clave al momento de potenciar esa sensación de agobio o de falta de energía: «La videollamada es nuestro recordatorio de las personas que hemos perdido temporalmente. Es la angustia que cada vez que ves a alguien en línea, como tus colegas, lo que te recuerda que realmente deberíamos estar juntos en el lugar de trabajo… Lo que estoy encontrando es que todos estamos exhaustos; No importa si son introvertidos o extrovertidos. Estamos experimentando la misma interrupción del contexto familiar durante la pandemia«.

https://twitter.com/LeninMeza0/status/1252270537667198981

Los registros relevados anteriormente en Twitter dan cuenta cómo es posible identificar todos los efectos secundarios que esta herramienta de reuniones virtuales acarrea y en su mayoría han sido mencionados por los expertos en BBC Worklife.

En diálogo con Intriper, Claudia Fontirroig, directora de un jardín de infantes de la localidad argentina de San Miguel del Monte, ha indicado que la inesperada demanda y adopción de nuevos sistemas de comunicación con tecnología mediante ha sido compleja dentro de lo que respecta a un equipo de docentes: «Nos tienen presionados con la continuidad pedagógica, no hay día ni horario. De repente con un celular comandás varios docentes, las cuestiones administrativas, etc… Ayer empecé con reunión virtual a las 9:00 y eran las 15:00 y no había comido, ni me había dado cuenta«.

Podemos identificar que en este área la presión resulta mayor considerando que se trata de la educación y continuidad pedagógica de aquellos niños que hoy no deben asistir a un establecimiento pero que se encuentran obligados a proseguir con una currícula de contenidos y, en efecto, los responsables de que aquello suceda son los mismos profesores.

En ese sentido, podemos determinar que estamos atados a una herramienta que funciona como nuestro mejor amigo cuando se trata de festejar el cumpleaños de un primo o de hacer catarsis con un amigo que tenemos a la distancia; y que de a ratos se transforma en la versión de nuestro peor enemigo cuando continuamente nos impone obligaciones.

En efecto, tanto Petriglieri como Shuffler sugieren limitar las videollamadas a las que sean necesarias. Petriglieri indica que «encender la cámara debe ser opcional y, en general, debe entenderse mejor que las cámaras no siempre tienen que estar encendidas durante cada reunión. Tener la pantalla apagada a un lado, en lugar de en línea recta, también podría ayudarlo a concentrarse, particularmente en las reuniones grupales… Te hace sentir como si estuvieras en una habitación contigua, por lo que puede ser menos agotador«.

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