Durante más de dos décadas, un edificio en West Village, Nueva York, ha sido escenario de un peregrinaje incesante de turistas y fanáticos de la serie “Sex and the City”. La icónica escalera donde Carrie Bradshaw —interpretada por Sarah Jessica Parker— aparecía en tantas escenas se convirtió en un símbolo de la ciudad y en una parada obligada para miles de visitantes.
Pero lo que para los fanáticos era un recuerdo entrañable, para los propietarios de la vivienda significaba un infierno cotidiano. Cansados del ruido, las fotos interminables y la falta de privacidad, Daniel y Barbara Lorber, dueños de la propiedad, tomaron finalmente una decisión drástica: instalar una reja para mantener a los turistas alejados de la famosa escalera.
La medida llega tras años de insistencia y hasta de reclamos en tribunales. Barbara recordó que en los inicios del rodaje permitió el uso de sus escalones más por lástima que por convicción: “En ese entonces, nadie sabía que el programa se convertiría en algo duradero… mucho menos en un símbolo de la magia de Nueva York”. Lo que comenzó como un favor inocente terminó por transformar la rutina de los Lorber en una constante invasión.
El edificio, ubicado en la calle 66 Perry Street, llegó a recibir diariamente decenas de turistas que no solo se tomaban fotos, sino que muchas veces bloqueaban el acceso y perturbaban la vida de los vecinos. Algunos incluso dejaban basura, bebidas y hasta notas, lo que alimentó aún más el hartazgo de los propietarios.
La colocación de la reja marca un antes y un después en la historia de esta residencia. Para muchos, es el fin de una tradición turística; para los dueños, es simplemente la recuperación de su derecho a la tranquilidad y privacidad.
Aun así, la casa de Carrie Bradshaw seguirá siendo parte del imaginario colectivo y del mapa cultural de Nueva York. Su fachada seguirá atrayendo miradas curiosas, pero ahora desde la distancia, recordando que, detrás de la ficción televisiva, hay familias reales que también merecen vivir sin interrupciones.
