La increíble historia de Tama, la gata que se convirtió en jefa de estación y salvó una línea ferroviaria en Japón

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Redactora
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A treinta minutos de la ciudad de Wakayama, en Japón, un pequeño vecindario llamado Kinokawa fue testigo de una historia que parecía sacada de una película: la de Tama, una gata calicó que pasó de estar a punto de quedarse sin hogar a convertirse en jefa de estación y en todo un fenómeno cultural y turístico.

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A principios de los 2000, la línea Kishigawa atravesaba una crisis financiera que la llevó a cerrar en 2004. Sin embargo, un año después fue reabierta bajo la gestión de Wakayama Electric Railway. Fue entonces cuando apareció Tama, quien gracias a la insistencia de una vecina y a la visión del presidente de la compañía, Mitsunobu Kojima, fue contratada como empleada oficial de la estación de Kishi. En enero de 2007, la gata fue nombrada oficialmente jefa de estación.

Con su gorrita y placa de identificación, Tama atendía desde su taquilla adaptada como “oficina felina”, donde saludaba a los pasajeros y posaba para miles de fotografías. Su sola presencia generó un impacto económico inmediato: la estación empezó a recibir turistas de todo Japón y del extranjero. Pronto surgieron un café temático, una tienda de recuerdos y hasta trenes decorados en su honor, como el famoso “Tamaden”, diseñado por Eiji Mitooka, con orejas y bigotes en la parte frontal.

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Su popularidad fue tal que en 2008 el gobernador de Wakayama la nombró caballero honorario, y en 2011 fue reconocida como deidad local por su contribución al turismo. Incluso tuvo una aprendiz, Nitama (“Tama Dos”), que luego heredó su puesto.

Tama falleció en junio de 2015, a los 16 años, por un fallo cardíaco. Más de tres mil personas asistieron a su funeral, y en su memoria se construyó el Santuario de Tama, donde todavía hoy recibe ofrendas de admiradores.

Su legado sigue vivo: después de Nitama llegaron Yontama (“Tama Cuatro”) y la actual Gotama, quienes mantienen la tradición de esta singular línea ferroviaria. Así, la gata que alguna vez estuvo destinada al olvido logró convertirse en una auténtica leyenda japonesa, demostrando que incluso un felino puede cambiar la historia de una comunidad.

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