La increíble historia del Cristo sumergido en Italia: forjado con medallas de guerra y cuidado cada verano por buzos

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En las aguas tranquilas del Mediterráneo, frente a la costa de Liguria, se encuentra uno de los monumentos más singulares del mundo: el Cristo del Abismo, una estatua de bronce colocada a 18 metros de profundidad en la bahía de San Fruttuoso. Con los brazos abiertos hacia el cielo, esta figura no solo es un ícono de fe, sino también un memorial para los caídos en el mar y un símbolo de la unión entre el hombre y el océano.

image Cristo del abismo Italia

La historia del Cristo del Abismo comenzó en 1947, tras la muerte de un pionero del buceo italiano. Su amigo, Duilio Marcante, impulsó la idea de crear un lugar sagrado bajo el agua. Para forjar la estatua, se utilizaron medallas de deportistas, bronce de barcos hundidos en la guerra y donaciones de ciudadanos. El escultor Guido Galletti dio forma a una figura de más de dos metros y medio, que fue sumergida en 1954 durante una emotiva ceremonia en la que participaron barcos y buzos de toda la región.

Cada verano, un equipo de especialistas desciende hasta la estatua para limpiarla. Durante décadas, se utilizaron cepillos metálicos que dañaron la superficie, hasta que en 2004, tras la rotura de una de sus manos, la estatua fue sacada del agua y restaurada. Desde entonces, la limpieza se realiza con chorros de agua a presión que eliminan algas y moluscos sin dañar el bronce. Mientras los buzos trabajan, bancos de peces se agrupan alrededor de la escultura, como si también participaran en este ritual submarino.

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El Cristo del Abismo encierra un profundo simbolismo. En su bronce viven historias de guerra, sacrificios y recuerdos personales. Pero también enfrenta un desafío: la corrosión interna del hierro que refuerza su estructura. Por eso, el mantenimiento no es solo estético, sino crucial para garantizar que la obra siga resistiendo el paso del tiempo.

Con los años, se han instalado réplicas en Florida y Granada, pero ninguna iguala la carga histórica y emocional de la original italiana. Hoy, la estatua sigue siendo visitada por buceadores, creyentes, turistas y curiosos que coinciden en lo mismo: hay algo conmovedor en contemplar, bajo el mar, a este Cristo de brazos abiertos que parece seguir esperando a quienes alguna vez se perdieron en las aguas.

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