En 2018, el planeta entero conoció la historia de Tahlequah, identificada como J35, una orca residente del sur que habita en las aguas del Pacífico Noroeste, cerca de las islas San Juan. Ese año se convirtió en símbolo del duelo animal cuando cargó el cuerpo de su cría muerta durante 17 días y recorrió más de 1.600 kilómetros, en una escena que dio la vuelta al mundo.
Siete años después, la historia vuelve a repetirse. En 2025, Tahlequah fue observada nuevamente cargando a otra cría muerta, identificada como J61, que falleció poco después de nacer. Durante 11 días, la orca mantuvo el cadáver sobre su cabeza mientras nadaba junto a su manada, en un comportamiento casi idéntico al registrado en 2018.
Los científicos lo describen como una extraordinaria muestra de vínculo maternal y una prueba de que las orcas experimentan procesos de duelo prolongado, capaces de mantener lazos emocionales tan profundos como conmovedores.
Este episodio también vuelve a poner bajo la lupa la crítica situación de las orcas residentes del sur, una población al borde de la extinción que hoy cuenta con apenas 73 individuos. La escasez de salmón, su principal fuente de alimento, amenaza cada vez más su supervivencia.
A pesar de la tristeza, los investigadores hallaron un rayo de esperanza: en la misma manada fue vista una nueva cría, identificada como J62, que por ahora se encuentra sana y representa una luz en medio de la adversidad.
“Fue una muestra extraordinaria de duelo y amor maternal”, destacaron desde el Center for Whale Research, reforzando la idea de que la historia de Tahlequah es mucho más que un hecho aislado: es un llamado de atención sobre la fragilidad de una especie que lucha por sobrevivir.
