Este es el pueblo brasileño que está siendo tragado por el mar

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Sônia Ferreira lucha por recordar cómo era esta comunidad pesquera cerca de Río de Janeiro cuando se mudó aquí hace unos 50 años, principalmente porque una buena parte de ella está ahora sumergida en el Océano Atlántico.

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La costa ha retrocedido unos 5.5 metros en la desembocadura del río Paraíba do Sul en Atafona, hogar de siete mil personas, de acuerdo con imágenes satelitales. Entre 1984 y 2016, cerca de 168 metros de costa han desaparecido. El cambio climático ha aumentado el nivel del mar, dijeron los científicos, y la mayor parte del agua del río se ha desviado hacia las poblaciones, granjas y fábricas cercanas, frustrando su capacidad para hacer retroceder las olas cada vez más altas que barren edificaciones, medios de vida y recuerdos.

“Ves que sucede en cámara lenta”, dijo Ferreira de 78 años, mientras examinaba los escombros en la orilla del agua que había sido el hogar donde crió a tres hijos. “No sabes cuándo exactamente se caerá tu casa, pero sabes que lo hará”.

Atafona es un ejemplo extremo del desafío que se avecina en un país con unos siete mil 360 kilómetros de costa, una de las más largas del mundo. Los investigadores ambientales dijeron que decenas de comunidades costeras enfrentan destinos similares en Brasil, entre los 10 principales países que se verán más afectados por el aumento del nivel del mar, de acuerdo con Climate Central, una organización de investigación sobre ciencia climática.

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En lugares turísticos como João Pessoa, en la costa noreste, los propietarios de hoteles ya están rogando al gobierno que construya arrecifes artificiales para proteger sus playas de las mareas más altas.

Mientras, en el estado de São Paulo, el aumento del nivel del mar combinado con las intensas lluvias provocó graves inundaciones en febrero que mataron a más de 60 personas y dejaron a miles sin hogar, dijo Celia Gouveia Souza, geóloga y oceanógrafa del Instituto de Pesquisa Ambiental respaldado por el gobierno.

“Había una gran cantidad de agua tratando de drenar los ríos hacia el mar justo cuando el mar estaba subiendo a su punto más alto”, dijo.

En Atafona, el tramo de playa de 3.2 kilómetros de largo al sur de donde el río Paraíba do Sul se encuentra con el océano, se asemeja a una zona de guerra. Casas cortadas por la mitad tambaleándose en la arena, un televisor roto se posa en la rama de un árbol volteado, calles enteras están vacías, acordonadas por el gobierno, los restos cubiertos de graffiti citando pasajes de la Biblia que aluden al fin del mundo.

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Los niveles promedio globales del mar están aumentando debido al derretimiento de los polos y la expansión del volumen del agua con temperaturas más altas, de acuerdo con la Organización de Naciones Unidas (ONU).

Además, el cambio climático también está llevando a marejadas ciclónicas más altas y frecuentes, causando gran parte del daño en Atafona, dijo Eduardo Bulhões, geógrafo marino de la Universidad Federal Fluminense de Río.

El Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas celebró su primer debate sobre el aumento del nivel del mar en febrero, advirtiendo sobre sus implicaciones globales, desde la migración masiva hasta los conflictos por la competencia por el agua dulce y la tierra. El secretario general de la ONU, António Guterres, citó datos de la Organización Meteorológica Mundial (OMM) que muestran que los niveles promedio globales del mar han aumentado más rápido desde 1900 que en cualquier siglo anterior en los últimos tres mil años. Desde 1993, el ritmo de aumento del nivel del mar se ha duplicado, aumentando en casi 10 milímetros desde enero de 2020 hasta el máximo histórico reportado el año pasado, de acuerdo con OMM.

Los problemas de Atafona se han visto agravados por la manufactura y el desarrollo agrícola aguas arriba. Hace décadas, el Paraíba do Sul tronaba por el valle para encontrarse con el Atlántico, frenando el avance del océano sobre Atafona.

Pero ahora, alrededor de dos tercios del agua del río se desvía río arriba para abastecer a la ciudad de Río de Janeiro, y también por fábricas y granjas a lo largo de su curso de mil 120 kilómetros. La deforestación para dar paso a las granjas de caña de azúcar cercanas ha dañado sus orillas, reduciendo aún más el flujo del río.

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“En la desembocadura del río, ha habido durante mucho tiempo esta batalla entre el río y el mar”, dijo Bulhões. El río, ahora un tramo de agua fangosa de movimiento lento que se está volviendo gradualmente más salado, ha perdido.

Unos 500 edificios han desaparecido en el mar desde la década de 1960, dijo André Pinto, historiador y funcionario del municipio de São João da Barra, del cual Atafona es un distrito. Los azulejos rotos de la cocina y los fragmentos de metal perforan las arenas blancas, lo que hace que sea peligroso entrar en el agua.

Los ojos de Ferreira se llenaron de lágrimas mientras exploraba la extensión vacía del océano en busca de restos de su pasado.

“Solía haber cinco bloques de casas por ese camino. . . hermosas mansiones, una iglesia, lugares para comer cangrejo y pescado fresco donde todos se reunían,” dijo.

En lugar de turistas, varios hombres solitarios con ojos inyectados en sangre vagaron recientemente por las costas, buscando frenéticamente chatarra o cualquier cosa de valor, parte de lo que los residentes dijeron que es un problema creciente con la adicción al crack y la cocaína. Ocasionalmente, la policía desaloja a los ocupantes ilegales de las ruinas más precarias.

Eliane Silva, de 60 años, tiene sentimientos encontrados sobre el océano. Desde que los pescadores llegaron aquí por primera vez en la década de 1600, el mar ha sido la fuente de la riqueza de Atafona, proporcionando un medio de vida para los pescadores de la comunidad, incluidos sus dos hijos. Pero ahora el mar está a punto de llevarse todo lo que tiene.

La casa de vacaciones donde ha trabajado como ama de llaves durante los últimos 30 años es la siguiente en la línea para desaparecer.

“Es solo cuestión de tiempo antes de que pierda mi trabajo”, dijo, y agregó que su miedo al agua ha ido en aumento.

El paseo marítimo solía estar lleno de las casas más grandes de Atafona, las residencias de verano de ricos caciques de la caña de azúcar.

Fueron los primeros en irse, dijo Joca Delbons, uno de los pocos agentes de bienes raíces que ha aguantado en Atafona. Dijo que todavía hay demanda tierra adentro, ya sea de aquellos que fueron desalojados por el mar o por inversionistas que esperan comprar barato y vender para obtener una gran ganancia si alguna vez hay una solución para detener las aguas.

Investigadores universitarios sobre la erosión costera han propuesto todo, desde un muro de piedra gigante para contener el mar hasta una manta submarina para mantener la arena en su lugar. También se habló de agregar a las dunas de arena que han ayudado a amortiguar algunas de las casas más abajo en la playa y construir embarcaderos de 240 metros de largo en el océano.

“Al final no se hizo nada”, dijo Pinto, culpando a las rígidas leyes ambientales de Brasil y a las luchas internas sobre qué entidad gubernamental pagaría. Él cree que la mejor solución es reubicar a las personas más hacia el interior.

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