La isla de San Nicolás es mágica ya que solo puedes visitarla cuando baja la marea

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La isla de San Nicolás es un pedazo de tierra ubicado muy cerca de la costa, }se encuentra entre las ciudades de Bilbao y San Sebastián. Al igual que lo que sucede con restaurantes y sus derechos de admisión, esta isla cuenta con normas propias si es que quieres acceder a ella. La mayor cualidad que hay que tener para llegar hasta sus dominios es la paciencia. Tendremos que esperar hasta que baje la marea y quede al descubierto un camino de rocas que sirva de puente hasta ella. El resto del tiempo, con la marea alta, es totalmente inaccesible.

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Ubicada justo al lado de la desembocadura del río Lea, la convierte en un espacio privilegiado. En función de la hora del día, la estampa que ofrece es totalmente diferente, dependiendo de si la marea está alta o baja. Si las aguas cubren la zona, contemplaremos una isla en mitad del mar. En cambio, si están bajas, tendremos una gigantesca playa con un islote accesible. El Mar Cantábrico decide cuándo podemos entrar y salir de ella.

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Para llegar hasta allí existen dos opciones: un malecón de piedra cubierto de musgo que parte de la paya de Isuntza, y que queda al descubierto en cuanto empieza a bajar la marea, o esperar a que baje por completo para caminar hasta ella tranquilamente por la playa de Karraspio. La opción más segura es la segunda, puesto que el malecón de piedra está cubierto de musgo resbaladizo y hay que tener mucho cuidado con él.

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Este islote pertenece al municipio de Lekeitio, en la provincia de Vizcaya, y a más allá de que todo el mundo la conoce como isla de San Nicolás, los habitantes que se encuentran en la zona la llaman Garraitz. Aunque la isla está deshabitada, merece la pena visitarla. Subir hasta su cima tiene su recompensa, pues nos permitirá contemplar unas vistas de la costa vasca como en ningún otro sitio.

Sin embargo, debes de tener cuidado en el momento en que decidas cruzar hasta ella. Es mejor que compruebes antes los horarios de pleamar y bajamar para asegurarte de que no te quedarás atrapado en la isla durante horas o que tienes que volver hasta la costa nadando. Si te cuadran los horarios, uno de los planes más especiales que ofrece esta isla es contemplar la puesta de sol desde su zona más alta, a 48 metros de altura.

De camino a la cima, encontrarás en la zona sur los restos de una antigua ermita construida en el Siglo XVI. Cuentan las historias que hasta aquí mandaban a los enfermos de lepra para alejarlos de la población y evitar los contagios. Posteriormente, en el Siglo XVII, los frailes franciscanos se instalaron en esta ermita durante cuatro décadas, siendo los últimos habitantes de los que se han encontrado pruebas.

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