Split: pasó de ser una residencia para emperadores jubilados a escenario de ‘Juego de Tronos’

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Se encuentra a unos 400 kilómetros de Zagreb; Split se ha convertido en una de las ciudades croatas que no pueden faltar si estás pensando hacer un recorrido por el país . Rodeada por las montañas Kozjak y Mosor, la capital de la región de Dalmacia te invita a disfrutar de un paseo por la historia que se esconde entre las paredes de lo que un día fue el palacio de Diocleciano. Split es una ciudad que se encuentra dentro de un castillo o un castillo que dio lugar a una ciudad. Un entorno que cautivó también a los directores de Juego de Tronos para recrear los ambientes de la serie.

Las estrechas calles de su núcleo histórico nos cuentan el motivo por lo que un día fue la fortaleza de Diocleciano, quien ordenó su creación en el siglo IV d.C. Este emperador romano, tras dos décadas guerreando, quiso pasar su jubilación frente al mar Adriático. Difícilmente hoy podría descansar en su retiro con el alboroto de los turistas que pisan los adoquines de su casco antiguo.

Calas escondidas de aguas color turquesa, pueblos marineros frente al adriático, parques naturales reconocidos por la Unesco, una gastronomía rica y unos precios asequibles – a pesar de la fuerte inflación de los últimos meses- son motivos suficientes para situarlo en el ranking de mejores destinos europeos.

Luego de la muerte de Diocleciano, los romanos dejaron el palacio a su suerte hasta que siglos más tarde los nuevos residentes se instalaron alzando viviendas y talleres en el interior de las murallas. Pese a los moradores que han sucedido al emperador, es uno de los monumentos romanos mejor conservados de todo el mundo. Se extiende sobre más de 30.000 metros cuadrados, convertidos actualmente en el corazón de la ciudad. Su estructura es un rectángulo con cuatro grandes torres en las esquinas y cuatro puertas, todas ellas rodeadas por una impenetrable muralla que aún sigue en pie.

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A pesar de que sus cuatro accesos sorprenderán al visitante, sin duda el más concurrido es la puerta Áurea. Ubicada en la parte norte, por aquí sólo podía entrar el emperador y su familia para llegar a Salona, nombre con el que los romanos llamaban Split. Su fachada la decoran nichos con esculturas de cuatro gobernantes. Antes de cruzar esta puerta, conviene mirar hacia atrás para contemplar la enorme estatua del obispo Gregorio de Nin y, ya de paso, tocar su dedo gordo del pie mientras se pide un deseo.

La fortaleza, patrimonio mundial de la Unesco desde 1979, ha sabido reconvertirse de manera excepcional con el devenir de los siglos y un ejemplo claro de ello es el peristilo. Lo que otrora fue la plaza central del palacio, donde el emperador se dirigía a sus súbditos desde el arco central, hoy es un lugar para detenerse a tomar un café o una cerveza, disfrutando de la música de artistas locales al caer la tarde. Pocas veces se puede brindar al lado de una esfinge de granito rojo del siglo XV a.C. Diocleciano mandó traerla desde Egipto y todavía permanece en el mismo lugar. Pero desde el Ayuntamiento de Split ya se piensa en buscarle cobijo en el interior de algún museo para que no corra la misma suerte que otra de las esfinges que se pueden encontrar en plena calle: unos borrachos le arrancaron la cabeza.

La catedral es, sin dudas, el lugar más bonito del pueblo. Paradójicamente, el mausoleo del emperador, que llevó a cabo una de las más sangrientas persecuciones del cristianismo, sirvió de base para elevar sobre sus cimientos la catedral de San Domnius a mediados del siglo VII. No es el único monumento que corrió con esta suerte. El templo de Júpiter, uno de los tres templos con los que contaba la fortaleza, acabó convirtiéndose en un baptisterio en el que se construyó una cripta dedicada a Santo Tomás. Su interior se puede visitar, pero si prefieres seguir con el paseo te tocará recorrer la calle más estrecha de Europa, Pusti me da prodjem, que en croata significa “déjame pasar”.

Uno de los mayores tesoros de Split está escondido en el subsuelo. Los sótanos del palacio de Diocleciano son uno de los complejos antiguos de este tipo mejor conservados en el mundo. A diferencia de otros subsuelos bajo fortalezas que servían para guardar alimentos, la función principal de estos era elevar los apartamentos imperiales a la planta superior. Con el paso de los siglos, fueron construyéndose viviendas en el exterior y los subterráneos sirvieron como fosa para los deshechos que caían desde los hogares.

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Afortunadamente, hacia la mitad del siglo XIX se iniciaron labores para rehabilitar las salas subterráneas. Desde 1995, la parte oriental está abierta al público y hoy, además de encontrar turistas cámara en mano, puede que te topes de frente con algún que otro dragón. En este escenario guardaba Daenerys Targaryen a sus criaturas y, con un gran despliegue de efectos especiales, se convertía también en su salón del trono.

Tampoco te sorprendas si ves caminando a alguno de los esclavos que murieron en la rebelión con la que arranca la cuarta temporada de Juego de Tronos. Seguramente sea algún vecino que ese día participó como extra en el rodaje en la calle Papalićeva. «Todos los esclavos son libres», gritaba la Madre de Dragones desde Meeren, aunque lo cierto es que lo hacía desde la fortaleza de Klis, a menos de 20 kilómetros de Split.

La ciudad, al igual que otras del país como Dubrovnik, ha sabido dar un giro a su economía estacional dependiente de la temporada turística. Cuando se acaba el buen tiempo, se transforma en un plató gigante en el que rodar millonarias producciones. Cuenta con varios tours diarios en los que descubrir cada uno de los rincones que sirvió para dar vida a los Siete Reinos. Además, desde 2019, los fans de la serie pueden visitar el museo de más de 300 metros cuadrados donde viajarán por Meeren o Desembarco del Rey.

Pero la capital de la región de Dalmacia es mucho más que un destino seriéfilo. A su legado arquitectónico se suma una amplia oferta gastronómica que puede presumir de productos frescos procedentes del Adriático. Uno de los platos más populares de la zona es la pasticada, un guiso de carne de ternera o buey. Tampoco puede faltar el cevapi, una especie de salchichas especiadas que se sirven en el interior de un pan llamado somun con cebolla y salsa de pimientos. Es un plato que encontrarás en cualquier restaurante croata. Pero en Split los clientes hacen cola en Kantum Paulina, un pequeño local que prepara exclusivamente cevapi. No dispone de mesas ni sillas, sólo unos estrechos bancos donde sentarse que le dan un encanto particular.

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Otro de sus puntos fuertes son sus atractivos culturales: el kapla, un canto a varias voces tradicional de la región de Dalmacia. Para ello basta con dar un paseo hasta el vestíbulo, la zona a través de la cual se accedía a la parte residencial del palacio. Las voces a cappella de cinco cantantes locales resuenan en las paredes. En lo alto, una gran cúpula abierta corona este exclusivo escenario. Sorprende que hace sólo unas décadas, cuando los turistas no habían aún inundado cada rincón de selfies, los niños jugaban aquí con el balón y se paseaban los pollos que criaban los vecinos.

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