Viganella, el pueblo italiano que construyó su propio sol

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En el norte de Italia, un pueblo rodeado de montañas y sumido en la oscuridad durante tres meses al año ha encontrado una solución creativa para su problema de luz solar.

Viganella, ubicado en la frontera entre Suiza e Italia, se enfrenta a condiciones similares a las de paisajes desolados en Escandinavia, Rusia o Alaska en pleno invierno. Las montañas bloquean los rayos del sol, dejando al pueblo sin luz desde noviembre hasta febrero.

Con una historia que se remonta al siglo XIII, Viganella ha vivido más de 800 inviernos en la oscuridad. Cada año, la comunidad despide su último atardecer el 11 de noviembre y espera el regreso de los rayos el 2 de febrero, celebrando con rituales tradicionales derivados de la tradición pagana.

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Sin embargo, tras experimentar una disminución en la población durante el siglo XX, como muchos pueblos alpinos, Viganella cuenta ahora con tan solo 163 habitantes. La larga y oscura temporada invernal no ha ayudado a aumentar la población.

En 1999, el arquitecto local Giacomo Bonzani propuso instalar un reloj de sol en la fachada de la iglesia, pero el entonces alcalde Franco Midali rechazó la idea. En su lugar, solicitó a Bonzani lo imposible: llevar el sol a Viganella durante los 83 días en que está bloqueado por las montañas. ¿Cómo? Instalando un enorme espejo en una de las cumbres sobre el pueblo para reflejar la luz en la plaza principal.

La idea ingeniosa se puso en marcha y, el 17 de diciembre de 2006, el proyecto por fin vio la luz del día. El espejo, diseñado por Bonzani con la ayuda del ingeniero Gianni Ferrari, mide ocho metros de ancho por cinco de alto y refleja la luz solar durante seis horas al día, siguiendo la trayectoria del sol en el cielo gracias a un programa informático que lo hace girar.

Aunque la luz reflejada no es tan potente como la luz directa del sol, es suficiente para calentar la plaza principal y proporcionar algo de luz natural a las viviendas del pueblo. El espejo solo se utiliza en invierno y permanece cubierto durante el resto del año.

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Esta innovadora solución, creada para resolver un problema práctico, tiene también un lado casi poético. «La idea del proyecto no tiene un fundamento científico, sino humano», dijo el ex alcalde Midali en una entrevista en 2008. «Surge del deseo de permitir que la gente socialice en invierno, cuando el pueblo se cierra debido al frío y la oscuridad«.

El éxito de Viganella inspiró a otros pueblos en el mundo. En 2013, se instaló un espejo similar en Rjukan, Noruega, después de que un grupo de ingenieros visitara Viganella para estudiar el espejo en el lugar.

Esta invención también podría resultar útil para el pueblo islandés de Seydisfjördur, que, debido a su ubicación en un fiordo estrecho, siempre ha luchado por recibir luz solar, incluso en verano. En 2008, los residentes locales intentaron que el gobierno islandés adelantara dos horas los relojes nacionales en verano para poder disfrutar de un poco de sol después del trabajo, pero hasta ahora sus ruegos no han tenido éxito.

Si bien la historia está llena de ejemplos de espejos solares, desde el espejo de Arquímedes, que se dice que quemó una flota de barcos romanos en Siracusa, hasta su aplicación en telescopios espaciales modernos, el proyecto de Viganella sigue siendo único y, de alguna manera, encantador. Es enormemente apreciado por sus residentes, quienes disfrutarán la luz de su sol artificial durante generaciones.

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