No es la primera vez que este rumor sale a la luz, aunque ahora sí es real. Hace ya tiempo que en Venecia se habían aprobado diversos sistemas de control, impuestos y limitación de las entradas. Pero con el Covid, todo quedó congelado porque no había a nadie a quien prohibirle la entrada. Pero ahora, la municipalidad ha establecido que desde 2022 habrá cuantías máximas diarias y se implementará un sistema de limitaciones.
A pesar de que las cifras aún se alejan de las previas a la pandemia (unos 110.00 visitantes diarios en temporada veraniega), Il Corriere della Sera explica que durante los diez primeros días de agosto la localidad norteña ha recibido a personas de 136 nacionalidades distintas. El diario indica que en los dos días con mayor afluencia se ha registrado un cúmulo de hasta 80 y 85.000 turistas.
Desde el próximo verano, quienes quieran visitar Venecia deberán reservar su estancia y pagar por entrar a la ciudad a través de unos accesos situados en los principales puntos del centro histórico, según publicaron este domingo varios medios italianos. Será a través de unos tornos como los que puso en marcha para controlar las entradas al centro de la ciudad en 2018.
La nueva modalidad de operación consistirá en la instalación de portones electrónicos en los puntos de acceso a la ciudad por lo que no será posible pasar sin haber reservado previamente la visita, que también incluye un pago. O sea, igual que la entrada en Disney: con día, hora y precio.
La medida tenía que comenzar a aplicarse el 1 de enero, pero no será hasta el 1 de junio cuando entren en vigor los torniquetes, aunque en septiembre comenzará a ensayarse en una zona determinada de la ciudad con los cuatro modelos de tornos que está probando el Ayuntamiento.
La entrada en Venecia, llamada a ser la primera ciudad del mundo con entrada calculada y de pago, podría costar entre 3 y 10 euros, en función del día y de la cantidad de personas prevista
La reserva se efectuará a través de un aplicación o en la web, con un código QR que servirá para pasar los lectores ópticos de los torniquetes, parte de un sistema tecnológico que incluye más de 500 cámaras de alta definición que las fuerzas del orden usaron durante el G20 Economía de julio y un centenar de sensores que a través de teléfonos inteligentes conectan las redes de la telefonía móvil de quienes están en la ciudad.
Las pruebas comenzarán en septiembre en la isla del Tronchetto, donde se ubica el comando de la policía local y el lugar desde donde se controla digitalmente todo el territorio.
Los residentes, ciertos viajeros y una serie de categorías que se definirán en el futuro estarán exentos de pago. El precio será variable, dependiendo de la presión y del momento del año.
Los venecianos no tendrán que pagar, pero se les pedirá que reserven la visita. No se excluye que a partir de septiembre se coloquen los primeros molinillos de acceso en el Tronchetto para ser probados por los empleados del municipio y de las filiales.
Medida polémica
En los primeros diez días de agosto llegaron personas de 136 países diferentes, la mayoría turistas extranjeros, con picos de 85.000 el 5 de agosto y 80.000 el 18, mientras que en el resto se cuantificaron entre 50 y 60.000, aunque aún lejos de las cifras anteriores a la pandemia, con una media en verano de 110.000 visitantes diarios, según Il Corriere della Sera.
La polémica está servida, pues muchos la consideran «una medida inconstitucional y contraria a la legislación europea», como dice el concejal Marco Gasparinetti, para quien algo así «se podría hacer para un área limitada, como la plaza de San Marcos, pero no para una ciudad entera» y supone «la consagración de Venecia como parque temático».
«La medida que podría entrar en vigor a partir del verano de 2022 no sirve para programar los flujos, es solo una forma de hacer dinero. Y nosotros los venecianos desobedeceremos, porque no tenemos ninguna intención de dejarnos fichar en nuestro paso por los tornos», asegura a La Satmpa.
Cruceros, cambio climático y Airbnb: los males contra los que luchan los venecianos
El sobreturismo pre-pandémico en Venecia provocaba indignación entre sus habitantes, quienes veían en él la conversión de esta ciudad histórica en una especie de parque temático. La llegada masiva de turistas ha obligado a los venecianos a mudarse a tierra firme, de forma que hoy únicamente unas 52.000 personas habitan las más de 100 islas que conforman la localidad.
Además del acaparamiento de las calles por parte de los que vienen de fuera, uno de los principales motivos detrás de este éxodo se encuentra la llegada continua de enormes cruceros al Gran Canal. Según Europa Press, la ciudad de los canales recibe cada año 25 millones de turistas, de los cuales cerca de 14 millones van a pasar el día, pero no pernoctan.
Estas inmensas embarcaciones, que proponen a los viajeros a bordo una rápida visita a la plaza San Marcos y el puente de Rialto para volver a poner rumbo hacia mar abierto en tan solo unas horas, también generan el enfado de los vecinos por su alto impacto medioambiental.
En 2016 decidieron incluso levantarse contra la llegada de los lujosos barcos bajo el lema ‘No Grandi Navi’ (‘No a los barcos grandes’). La experta en ciencias medioambientales y directora de We Are Here Venice, Jane da Mosto, argumentó su posición contra estos barcos en XL Semanal explicando que «los 203 cruceros de lujo que navegan por Europa contaminan diez veces más que los veinte millones de coches del continente». La polémica, que continúa estando a la orden del día, no ha hecho más que acrecentarse tras accidentes como el sufrido en 2019 por un crucero al chocarse contra el puerto de Venecia.
Los efectos de los cruceros en la zona van más allá. La erosión que provocan con su paso por la laguna facilitan que se produzcan más inundaciones, las cuáles vienen teniendo lugar con creciente asiduidad como resultado de los efectos del cambio climático. Las lluvias torrenciales caídas en 2019 generaron las peores inundaciones registradas desde 1966, cuando la subida de la marea alcanzó los 187 cm de altura. A pesar de que las tormentas de 2020 no tuvieron tal alcance – se llegó a los 138 cm de altura – su virulencia dejó como resultado cuantiosos desperfectos en la ciudad.
La conocida como acqua alta – o crecida de la marea que provoca las inundaciones – es precisamente uno de los mayores reclamos turísticos en primavera y otoño para los visitantes. Los que deciden pasar unos días en la ciudad apuestan cada vez más por alojamientos turísticos como los Airbnb en vez de por hoteles. La falta de disponibilidad de viviendas supone que los precios sean extremadamente caros, imposibles de costear más que para estancias de unos días.
Así, se genera un círculo vicioso que beneficia a los trabajadores en el sector turístico pero que afecta de forma considerable a los oriundos y al medioambiente y fauna de la zona.
Un comentario
Muy interesante Santiago ver que este tipo de acciones se están concretando. Me surgen 2 reflexiones al respecto:
Que empezamos a ver la necesidad del decrecimiento, como consumidores y como turistas.
Y que si bajaran los flujos que aumentaban sin cesar sobre destinos saturados, el mismo cliente que viaja (y que seguirá viajando) buscará nuevas opciones y allí aparecen países que podrán recepcionarlos, tales como el nuestro.