El Mundial trajo a Qatar grandes cambios, pero, ¿serán duraderos?

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Qatar actualmente es un país muy diferente en comparación con lo que era hace 12 años, cuando se decidió que sería la sede del Mundial de la FIFA 2022. Se han invertido al rededor de unos US$ 220.000 millones en la construcción de una ciudad completamente nueva, un sistema de metro de última generación y miles de hoteles completamente nuevos y edificios habitacionales.

Al igual que ha sucedido con otros países que también han acogido este tipo de eventos tan grandes, Qatar ha estado bajo la mirada de la comunidad internacional. Sin embargo, su población se ha visto expuesta a los ideales internacionales, así como a las normas culturales y sociales que están en constante cambio al anticiparse a la afluencia de más de un millón de aficionados al fútbol a su pequeño país.

«Qatar ha cambiado mucho en los últimos 12 años y, desde el punto de vista cultural, esto ha tenido un gran impacto», declaró a los medios Ali Adnan Abel, un aficionado al fútbol qatarí de 30 años. «Hemos visto una mayor diversidad que ha hecho que los qataríes se den cuenta de que es hora de dejar los escudos».

Como sede de la Copa del Mundo, Qatar se ha estado sometido a una constante e intensa presión para dictar cambios legales. Ha desmantelado el controvertido sistema Kafala, conocida como una práctica laboral regional establecida desde hace mucho tiempo que da a las empresas y a la población ciudadana minoritaria el control sobre el empleo, los movimientos y la situación migratoria de los trabajadores inmigrantes.

«Lo que hemos visto en este caso es que, ciertamente, no se prestó ninguna atención a nivel internacional, ni siquiera a nivel nacional, al tratamiento de los trabajadores inmigrantes en Qatar, y eso cambió ciertamente después de que Qatar obtuviera la capacidad de albergar la Copa del Mundo», contó esta vez James Lynch, director del grupo de derechos humanos FairSquare y antiguo diplomático británico en Doha.

Pero a pesar de todo lo bueno que se ha logrado, se sigue dudando sobre si las reformas se mantendrán una vez que el torneo haya terminado y la mirada del mundo se aleje de la nación del Golfo.

«Todo esto forma parte de la visión que tenemos para 2030 y es uno de los pilares de esa visión», dijo Fatma Al Nuaimi, el portavoz de los organizadores del Comité Supremo de Qatar refiriéndose al proyecto del gobierno para su futuro.

Qatar es un país que se caracteriza por ser conservador y musulmán, y a pesar de ello relajó las leyes sobre el alcohol en los preparativos, permitiendo a los aficionados de los distintos países del mundo beber en zonas específicas, aunque estar borracho en público es ilegal, aunque solo dos días antes del comienzo, la FIFA anunció que no se vendería alcohol en los estadios.

En el torneo también se ha dado la oportunidad de que hombres y mujeres conozcan y convivan en un país que, de otro modo, estaría segregado. Las mujeres y los niños han tenido una fuerte presencia en las zonas de aficionados y en los estadios, viendo los partidos en lo que tradicionalmente ha sido un ámbito dominado por los hombres.

Pero a pesar de ello, la historia logra demostrar que no es habitual que grandes acontecimientos deportivos como el Mundial o los Juegos Olímpicos se caractericen por lograr a largo plazo un cambio social. Rusia, que organizó la Copa del Mundo en 2018, trató de proyectar una imagen de tolerancia permitiendo a los aficionados llevar banderas arcoíris a pesar de la represión a la comunidad LGBTQ durante años. Pero el presidente de Rusia, Vladimir Putin, ha rechazado desde entonces el liberalismo, a medida que las tensiones con Occidente se dispararon, y luego de invadir Ucrania a principios de este año, Moscú reprimió con dureza cualquier protesta antibélica.

Por otro lado, los estudios demuestran que la percepción internacional de Alemania mejoró luego de fuera la sede de la Copa del Mundo de 2006, y la mayoría de la infraestructura deportiva implementada aún sigue en uso.

«Para que haya un legado positivo, este cambio tiene que continuar», dijo al respecto Thomas Ross Griffin, profesor adjunto de Literatura Estadounidense y Poscolonial en la Universidad de Qatar. «Y lo que nos ha dicho la historia de los torneos de Londres, Brasil, Rusia, es que el cambio suele terminar una vez que se da el pitido final. Está en manos de Qatar demostrar al mundo que su cambio es algo que se mantendrá más allá del último partido del torneo».

Aunque se han introducido cambios en la legislación laboral de Qatar, los grupos de derechos humanos afirman que hay más por hacer. Apenas un mes antes de que comenzara el Mundial, Amnistía Internacional afirmó que las reformas laborales de 2020 no se habían aplicado ni se habían hecho cumplir adecuadamente. Qatar, dijo, sigue careciendo de libertad de expresión y de asociación y discrimina a las mujeres y a las personas LGBTQ en la ley.

«Ahora, la cuestión es que si [esta reforma] no se aplicó correctamente antes de la Copa del Mundo, con los ojos del mundo puestos en Qatar, cuáles son las perspectivas después de la Copa del Mundo, ésa es la gran preocupación», dijo Lynch.

Mientras que algunos han pedido un boicot a Qatar por el trato que da a las personas LGBTQ, otros han argumentado que ir a Doha y mostrar solidaridad con la comunidad LGBTQ de allí puede llegar a impulsar un cambio duradero. El ministro de Deportes de España, Miquel Iceta, abiertamente gay, afirmó que acoger el Mundial supondrá una mejora duradera en el historial de derechos humanos de Qatar, al reforzar la libertad y la tolerancia en el país.

Jakob Jensen, jefe de la asociación de fútbol danesa, elogió los cambios que se han producido en Qatar desde el año 2010 en una entrevista con los medios. «No creemos en el boicot. Creemos que se marca la diferencia participando, discutiendo, comprometiéndose y dialogando», dijo.

Otros, sin embargo, creen que el hecho de que Qatar sea la sede del evento es una bofetada en la cara de los activistas de los derechos humanos. En el 72º Congreso anual de la FIFA, celebrado en abril, la presidenta de la Federación Noruega de Fútbol, Lise Klaveness, pronunció un discurso mordaz en el que calificó de «inaceptable» la decisión de conceder a Qatar el torneo y exigió a la FIFA que hiciera más por defender sus principios.

Es probable que pasen meses e incluso años antes de que se conozca el verdadero alcance de la influencia del Mundial en el pequeño estado del Golfo, dice Lynch.

«Creo que habrá una expectativa de que habrá un escrutinio comparable para futuros proyectos importantes, y creo que eso es algo bueno», dijo. «Si conduce a una reforma a gran escala, creo que es una cuestión mayor y creo que tendremos que esperar para verlo».

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