Insólito: un oso invade el sótano de una casa pero logran ahuyentarlo de una manera creativa

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Redactora
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En una escena que parece salida de un cuento, una mujer de Monrovia vivió una sorpresa inusual cuando se encontró con un oso negro instalado cómodamente en su sótano. A pesar de los intentos de la propietaria, Tina Herzog, por ahuyentarlo con ruido, el intruso peludo se resistía a abandonar su nuevo refugio.

Herzog, residente del área durante 40 años, recibió la inusual visita alrededor de las 4:30 a.m., alertada por la cámara de su timbre Ring. Acostumbrada a ver osos deambular por su vecindario, inicialmente no le dio mucha importancia. Sin embargo, la situación cambió cuando el oso se aventuró más allá de la entrada principal y se aproximó a su casa.

«Al amanecer, salí a mirar porque mi perro se estaba volviendo loco en la casa y pensé: ‘Oh, no, espero que no esté debajo del espacio de acceso’”, compartió Herzog. «Cuando vi que la puerta del espacio de acceso estaba abierta, supe que estaba allí”.

La sorpresa aumentó cuando Herzog bajó al sótano y descubrió al oso plácidamente acurrucado en un rincón, aparentemente con la intención de hibernar en su hogar.

«Pensé, ‘¿Por qué yo?’ Simplemente no podía creer que entre todas las casas en Monrovia, o en las colinas, eligiera mi casa”, expresó Herzog. «No sé cuál era la atracción”.

Los esfuerzos iniciales de Herzog, que incluyeron golpear ollas, sartenes e incluso utilizar un soplador de hojas, resultaron infructuosos. Fue entonces cuando recurrió a una táctica más insólita: arrojarle bolas de naftalina al oso. Aunque peculiar, esta estrategia finalmente convenció al intruso de retirarse.

«Pero ahora sé lo que tengo que hacer, aunque mi casa todavía huele a naftalina”, bromeó Herzog.

Este singular episodio no solo deja a la comunidad local asombrada, sino que también destaca la capacidad de las personas para enfrentar situaciones extraordinarias con creatividad. El insólito encuentro entre Tina Herzog y el oso en su sótano seguramente será recordado como una anécdota única en la historia de Monrovia.

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