Los enigmáticos grabados rupestres del río Orinoco revelan antiguas fronteras, sugiere una investigación

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Las orillas del río Orinoco, en lo profundo de Sudamérica, guardan secretos milenarios inscritos en gigantescos grabados rupestres, según revela un reciente estudio. Los diseños, que se extienden a lo largo de 97 kilómetros entre Venezuela y Colombia, podrían haber sido más que simples expresiones artísticas: podrían haber sido las fronteras de antiguos territorios.

Aves, figuras humanas, ciempiés amazónicos y, en particular, imponentes serpientes gigantes, dominan los grabados que adornan las colinas de granito. Destacando entre ellos, una serpiente de aproximadamente 42 metros de largo en un sitio llamado Cerro Pintado en Venezuela, posiblemente el grabado rupestre más grande registrado en el mundo.

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El Dr. Philip Riris, principal autor del estudio publicado en la revista Antiquity, sugiere que estos grabados podrían haber tenido un doble propósito: señales de advertencia para delimitar territorios o marcadores de identidad para señalar la presencia de comunidades locales amigables.

La mitología indígena de la región, centrada en la figura de la serpiente, podría proporcionar pistas sobre el significado de estos grabados. Según el Dr. Riris, las serpientes eran vistas como tanto creadoras como protectoras, llenas de energías peligrosas pero también representativas de la creación de los ríos y el paisaje. La presencia de figuras humanas junto a las serpientes sugiere una compleja relación entre los habitantes locales y su entorno natural.

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El estudio, resultado de una década de trabajo de campo liderado por Riris y sus colegas, destaca la importancia de preservar estos sitios ancestrales frente al creciente turismo y el riesgo de vandalismo. Tanto las autoridades como las comunidades indígenas locales, consideradas guardianas de estos legados culturales, deben unirse para proteger y conservar estas valiosas expresiones del pasado.

Estos grabados rupestres, más que simples obras de arte antiguas, son testigos silenciosos de la compleja red de relaciones sociales y espirituales que tejían las comunidades indígenas a lo largo del río Orinoco en tiempos precolombinos. Su preservación no solo es un acto de conservación histórica, sino también un tributo a la resiliencia y la creatividad de los pueblos originarios de América del Sur.

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