¿Por qué a Praga le dicen la “Ciudad de las Cien Torres”?

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Praga es la ciudad capital de la República Checa, país ubicado en una extensión geográfica conocida como ‘Europa central’. Así como Nueva York es la ciudad de la «Gran Manzana», Medellín es apodada como la «Ciudad de la Eterna Primavera«, Buenos Aires es «la París de Sudamérica«, Praga recibe el apodo de la “Ciudad de las Cien Torres” y en esta nota te contaremos por qué.

La urbanización está dividida por el río Moldava y, en cuanto a los atractivos turísticos que se destacan durante la estadía de cualquier viajero, se encuentran la Plaza de la Ciudad Vieja, el núcleo de su centro histórico, coloridos edificios barrocos, iglesias góticas y el Reloj Astronómico medieval, que muestra un espectáculo animado cada hora. Asimismo, toma protagonismo en el lugar el puente peatonal de Carlos, el puente más viejo de Praga -siendo una estructura que comenzó en 1357 con la aprobación del rey Carlos IV y se completó en 1402- y está bordeado de estatuas de santos católicos.

¿Por qué a Praga le dicen la “Ciudad de las Cien Torres”?

Según historiadores, el primero en caracterizar a Praga como «Ciudad de las Cien Torres» fue el político austríaco Joseph von Hormayer, y lo hizo a principios del siglo XIX. Sin embargo, curiosamente, en un grabado de la ciudad checa del año 1649 es posible observar unas 150 torres, alegando desde antaño la predominancia local de torres con prominente altura.

Hoy en día se estima que ya son alrededor de 500 torres las que deslumbran la zona y su apodo también convoca a los viajeros a que levanten la vista durante el recorrido por la ciudad.

¿Cuáles son algunas de sus torres imperdibles?

Por su importancia y majestuosidad, la recomendación para empezar a explorar la «Ciudad de las Cien Torres» es dirigirse hacia la catedral de San Vito, con casi cien metros de alto: forma parte del conjunto artístico monumental del Castillo de Praga y es la mayor muestra del Arte gótico de la ciudad. Dato viajero: en el primer piso de la torre de la catedral de San Vito se encuentra la campana Segismundo, con 18 toneladas de peso es una de las más grandes de Europa.

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Catedral de San Vito, uno de los sitios que hacen a Praga la «Ciudad de las Cien Torres»

Por otra parte, las torres de la Iglesia de Nuestra Señora de Týn, situada en la Plaza de la Ciudad Vieja de Praga, son otro spot imperdible para conocer la ciudad desde su atractivo arquitectónico. Hay quienes dicen que es la más bella dupla de torres de la capital checa. La campana María que albergan, fundida por el maestro campanero Tomás Jaros, es la segunda campana más notable de Praga.

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Iglesia de Nuestra Señora de Týn

La torre del Ayuntamiento de la Ciudad Vieja de Praga: esta torre mide 70 metros y tiene cuatro pisos. Su joya más preciosa es su reloj astronómico, construido en 1410 por el relojero real Mikulás de Kadan en colaboración con el astrónomo Jan Sindel. En cuanto a su origen e historia, el rey Juan de Luxemburgo otorgó en 1338 a los praguenses el permiso de construir la sede de la alcaldía y 26 años después empezó la construcción de la torre, una de las más antiguas torres de ayuntamiento en Europa.

Por qué a Praga le dicen la Ciudad de las Cien Torres
Torre del Ayuntamiento de la Ciudad Vieja de Praga

La torre Sítkovská: la mayor torre de agua renacentista de la capital checa que distribuyó agua hasta el año 1913. Tiene ocho pisos y durante la Guerra de los Treinta Años aguantó 200 impactos de balas de cañón de las tropas suecas.

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«Praga de Oro», o también es conocida como la «Ciudad Dorada»

Además de la Ciudad de las Cien Torres, la capital checa también suele ser apodada como «Praga de Oro«. Este concepto se debe a que, según los urbanistas, hace cientos de años Praga fue, efectivamente, una urbe dorada. Metafóricamente esto no sorprende, como toda capital de país es lógico que la ciudad concentre el esplendor nacional en su máxima expresión.

No obstante, también aquel término también tiene su explicación en el sentido literal de la palabra: hay quienes aseguran que las fachadas de los edificios en Praga se enlucían con arena fluvial de color dorado. En efecto, cuando se ponía el sol y reverberaba en los granos de arena, las casas resplandecían como si fuesen de oro.

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