La lealtad de los perros no conoce límites, y la historia de Canelo, un mestizo de Cádiz, lo demuestra mejor que nadie. Su dueño ingresó al Hospital Puerta del Mar en 1990 para un tratamiento del que nunca regresó. Desde ese día, el animal permaneció fielmente en la entrada del centro médico, esperando un reencuentro que jamás sucedería.
Durante más de 12 años, Canelo se convirtió en una figura habitual en la ciudad. Vecinos, médicos y transeúntes lo veían todos los días apostado frente al hospital. Muchas personas se encargaron de llevarle comida, agua y cartones que servían de cama, e incluso asociaciones protectoras de animales intervinieron cuando estuvo en riesgo de ser llevado a una perrera, consiguiendo permisos para que pudiera quedarse allí.
El 9 de diciembre de 2002, el perro murió atropellado, cerrando así una de las historias de fidelidad más conmovedoras. Su recuerdo marcó tanto a los habitantes de Cádiz que el Ayuntamiento decidió rendirle homenaje: una calle peatonal cercana lleva su nombre y una placa recuerda que Canelo “esperó durante 12 años en las puertas del hospital a su amo fallecido”.
Comparado con Hachiko, el famoso akita japonés que esperó a su dueño en la estación de Shibuya durante casi 10 años, Canelo incluso lo superó en tiempo. Por eso, muchos lo consideran “el perro más fiel del mundo”.
Su historia sigue viva en placas, calles, redes sociales y documentales que mantienen intacto el recuerdo de un animal que jamás renunció a la esperanza de volver a ver a su mejor amigo.
