El Aeropuerto Adolfo Suárez Madrid-Barajas, uno de los más transitados de Europa, está atravesando una crisis sanitaria y de seguridad sin precedentes. Chinches, pulgas, cucarachas, falta de higiene y agresiones físicas forman parte del día a día de los trabajadores, quienes denuncian haber sido abandonados por las autoridades.
«El problema se ha ido de control«, advierte Alexia Font, delegada del sindicato Alternativa Sindical Aena/Enaire (ASAE), en declaraciones a Infobae España. La situación ha generado un creciente malestar entre empleados, pasajeros y empresas aéreas, con consecuencias visibles: picaduras en la piel, baños clausurados, miedo en los turnos nocturnos y una falta total de soluciones por parte de AENA.

Un entorno hostil para quienes trabajan y viajan
Los reportes más alarmantes apuntan a la presencia masiva de personas sin hogar en las instalaciones, especialmente en la Terminal 4. Algunas de ellas buscan refugio temporal mientras esperan la resolución de su estatus migratorio, pero otras, según Font, estarían vinculadas a actos delictivos. “Una persona enferma de la mente sin medicación es un cóctel molotov”, señala.
Más de 500 personas pernoctan diariamente en el aeropuerto. Muchas de ellas traen consigo colchones recuperados de la basura, infestados de plagas que ahora afectan directamente al personal. “Los colchones tienen chinches, pulgas y toda clase de plagas que se propagan como el fuego”, advierte Font.
Sarna, picaduras y desinfecciones constantes
Varios trabajadores han sufrido picaduras persistentes y algunos han contraído sarna. El personal de limpieza y de emergencias médicas enfrenta una exposición constante a focos de infección. “Cada vez que atendemos a alguien debemos desinfectar la ambulancia de arriba a abajo”, relata Font.
Mientras tanto, AENA niega la gravedad del problema, algo que los trabajadores califican como un acto de negligencia. “Se nos ha dado la espalda. A día de hoy no hay soluciones”, lamenta la representante sindical.

Violencia y miedo en los turnos de noche
La seguridad también está en jaque. Se han registrado agresiones físicas contra vigilantes y personal médico, quienes trabajan bajo condiciones de riesgo creciente. Algunos empleados han optado por llevar sprays de defensa personal. «Hay que garantizar un mínimo de seguridad para poder trabajar», reclama Font.
Aunque en ocasiones se les ofrece asistencia, muchas personas sin hogar rechazan la ayuda institucional. Este rechazo, sumado al abandono por parte de AENA, podría derivar en tragedias. “Algún día vamos a tener que lamentar la muerte de un trabajador”, advirtió Font.